Presunta evasión de impuestos, el relevo en el Supremo y favores familiares: los líos de Trump a un mes de las elecciones

El cerco se estrecha sobre Donald Trump y a él parece darle igual. Queda un mes para las elecciones de Estados Unidos y el actual presidente se está viendo inmerso en numerosos líos. Y todos a la vez. El más sonado ha sido el relacionado con sus cuentas. El magnate convertido a político pagó tan solo 750 dólares en impuestos sobre la renta en 2016, cuando logró imponerse en las elecciones, y la misma cantidad en 2017, mientras que estuvo sin hacerlo durante al menos una década desde el año 2000.

Según reveló el New York Times, Trump alcanzó esas cifras porque declaró más pérdidas que ingresos durante los últimos veinte años. Eso sí, manejó los datos para además “deducir impuestos sobre lo que algunos considerarían gastos personales”. Estas revelaciones han encendido la mecha cuando la carrera por la Casa Blanca entra en su parte final. “Las encuestas le son desfavorables, pero eso no quiere decir nada. Hay que ver cómo gestiona este asunto Biden”, comentan fuentes consultadas por Bamba. Trump, de momento, resta importancia.

“Todo se revelará. Pago mucho y pago mucho en impuestos estatales sobre la renta”, ha dicho el propio presidente, quien ha vuelto a insistir en que hará público todos los detalles de sus declaraciones de impuestos una vez el IRS termine con sus investigaciones, pese a que estar sujeto a las pesquisas de este ente no le impide publicar información al respecto.
Los sondeos dan entre cuatro y seis puntos -si se hace la media- de ventaja a Joe Biden frente al actual presidente. El demócrata, de discurso moderado, ha limitado sus apariciones en las últimas semanas, pero sigue centrando su campaña, junto a su candidata a vicepresidenta Kamala Harris, en desgastar a Donald Trump. De ganar, los demócratas volverían al Despacho Oval solo cuatro años después de la salida de Barack Obama, de quien Biden fue número dos.

¿Su hija como vicepresidenta?
Precisamente la Vicepresidencia es otro de los frentes abiertos de Trump. Y de nuevo, lo es por cosas del pasado. Su mano derecha es, y será en caso de revalidar victoria, Mike Pence. Pero visto lo visto esos no eran los planes iniciales. ¿Por qué? Porque quien para muchos es “el hombre más poderoso del mundo” planteó en varias ocasiones a sus asesores la idea de situar a su hija Ivanka como candidata a la Vicepresidencia de Estados Unidos en las elecciones de noviembre de 2016, según reveló un testigo en el marco de la investigación del fiscal especial Robert Mueller.

En esa lista de candidatos, Trump también incluyó a su yerno Jared Kushner, y cuando pronunció el nombre de su hija para el cargo la respuesta fue “el silencio”, según relata el propio testigo. “¡Es brillante, es lista, es guapa y al pueblo le encantaría!”, defendió el presidente al tiempo que no recibía ningún gesto de aprobación. Después de valorar todas las opciones, eligió a Mike Pence.

La nominación de Coney Barret al Supremo ha abierto otra guerra entre Donald Trump y Joe Biden
A Donald Trump, asimismo, le queda otro frente abierto. La nominación de la jueza Amy Coney Barrett como candidata al Tribunal Supremo ha desatado la ira de Joe Biden, que acusa al actual presidente de querer acabar con el llamado Obamacare, la ley sanitaria de la última administración (con la que se da acceso a la Sanidad a los “más vulnerables”) que Trump siempre ha tenido entre ceja y ceja. Coney Barret es la aspirante a sustituir a la recientemente fallecida Ruth Bader Ginsburg. Los demócratas creen que la maniobra de Trump es impropia a pocas semanas de las elecciones. En Estados Unidos el presidente es quien elige a los jueces, que tienen que contar posteriormente con la aprobación del Senado.

El Partido Demócrata ha señalado durante las últimos días la “hipocresía” mostrada por los republicanos durante este caso, pues en el último año de la presidencia de Barack Obama, en 2016, el Senado, de mayoría republicana, bloqueó el nombramiento de Merrick Garland para que ocupara la vacante surgida en el Supremo tras la muerte de Antonin Scalia por ser año electoral.