Y no hablamos solo de la sucesión natural del 2024, sino la que podría darse anticipadamente si se juntan los 100 mil manifestantes, si se da la caída en las encuestas o el rechazo en la revocación de mandato.

Como buitres sobre un cadáver, reviviendo los peores días del PRD, de donde emigraron con la promesa de crear una mejor opción política, los líderes de Morena se exhiben al desnudo. Su proyecto de partido naufraga.

El pobre y lamentable espectáculo de golpes y contragolpes entre ellos mismos solo confirma que ese partido solo entró a Palacio Nacional por el arrastre de su candidato, Andrés Manuel López Obrador.

Y el serial de dimes y diretes entre los distintos aspirantes a la dirigencia acabó ayer en la frustración de la intentona de su dirigente interino, Alfonso Ramírez Cuéllar, para conservar su presidencia temporal hasta pasadas las elecciones de junio del 2021.

Después de todo, están en juego 15 gubernaturas y la renovación o reelección de la Cámara de Diputados, con la implicación que eso tiene para el proyecto presidencial del 2024.

Pero para entender la tragedia morenista, hay que evaluar quiénes son las tribus en guerra, quienes son sus jefes y quienes los apoyan.

Un ala es la de los fundacionales, aquellos que dicen ser los que le dieron vida a Morena.

En esa se incluyen Porfirio Muñoz Ledo, Bertha Luján, John Ackerman, Irma Eréndira Sandoval, Rocío Nahle, Cuitláhuac García y el actual dirigente interino Alfonso Ramírez Cuellar. Su proyecto presidencial para el 2024 es Claudia Sheinbaum.

Curiosamente, en este bloque también están Pablo Gómez, Jesús Martín del Campo y Salvador “El Pino” Martínez della Roca, los tres activistas del 68 que en el 2000 le impugnaron a López Obrador su residencia cuando buscó la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

La otra tribu, la de los moderados, incluye a Mario Delgado, Ricardo Monreal, Tatiana Clouthier, Alejandro Díaz Durán, Higinio Martínez, Cristobal Arias y Félix Salgado, entre otros. Marcelo Ebrard es su proyecto presidencial para el 2024.

Lo curioso es que desde su fundación, Morena solo ha tenido un presidente electo, que es el propio Andrés Manuel López Obrador.

Cuando se fue a la candidatura presidencial, la entonces secretaria general Yeidckol Polevnsky asumió la dirigencia interina, que nunca concretó una elección interna.

Vinieron luego los escándalos que obligaron a Polevnsky al retiro, para darle paso a otro interino –Alfonso Ramírez Cuellar- quien pretende prolongar su interinato al menos 9 meses más.

Cinco años al vilo, sin un presidente electo, con dirigencias temporales y tribus contrapunteadas, sin lograr la unidad que solo se dio entre la elección presidencial de julio y la toma de posesión en diciembre del 2018.

Y cuando, en medio de la pandemia, las distintas fuerzas aceptaron la encuesta como instrumento para elegir al nuevo presidente, emergieron por delante los nombres de Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado.

Pero la confrontación despiadada creció hacia el interior del partido y dio el pretexto perfecto para que quienes hoy presiden a Morena reclamaran el aplazamiento de la renovación de la dirigencia, supervisado por el Instituto Nacional Electoral.

Y desde el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se filtró que el magistrado Felipe Fuentes Barrera buscaría revocar el proceso. El proyecto que ayer se debatiría fue pospuesto. Y nadie quedó satisfecho.

Porfirio Muñoz Ledo censuró la intentona de abortar el proceso y fue contundente en su Twitter:

https://twitter.com/PMunozLedo/status/1313194562463166465?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1313194562463166465%7Ctwgr%5Eshare_3&ref_url=https%3A%2F%2Fcodm.info%2F2GF6KlU

En el otro lado de las tribus, Alejandro Rojas Díaz Durán dijo que, al posponer el tema, el Tribunal sintió la presión de todos los actores involucrados. Censuró que Ramírez Cuéllar se quede en el cargo, cuando ni siquiera está en la contienda. “Es como si se sacara la rifa sin comprar boleto”, aseguró.

Quizás por esta despiadada batalla que deja al desnudo la fragilidad política de Morena es que el presidente López Obrador lanzó el pasado sábado un “ya basta”.

“Me quito la investidura y solo por esta ocasión hago este comentario. Me llama la atención que llevan los dirigentes de Morena, de mi partido –aunque yo tenga licencia porque soy Presidente- no se cuánto tiempo sin resolver lo de la dirigencia, mas de un año y se enfrascaron en pleitos”, dijo López Obrador.

“Y se hacen las encuestas y se les pregunta a la gente: Si fuesen las elecciones, ¿por qué partido votarías?. Y ese partido está hasta arriba, o sea, es mucho pueblo para tan poco dirigente, con todo respeto, porque no hay dirección hay un desbarajuste”, agregó.

¿Lo escucharían Alfonso Ramírez Cuéllar y las tribus irreconciliables en disputa?