El secretario de Estado de EEUU asegura que habrá “transición tranquila” hacia el “segundo mandato de Donald Trump”

El presidente saliente rechazan trabajar con Joe Biden a pesar de hacerse siempre en la transición.

El Gobierno de Donald Trump decidió este martes bloquear la transferencia de poderes al equipo del ganador de las elecciones de EEUU, Joe Biden. Eso abarca incluso el área más sensible de la actividad del Estado de EEUU: la seguridad nacional. Así quedó de manifiesto después de que la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (ODNI), que coordina la actividad de las 17 agencias de espionaje de EEUU, se negó a cooperar con el equipo de Biden en el proceso. Las competencias de la ODNI incluyen la lucha antiterrorista, la ciberseguridad y la lucha contra la proliferación nuclear. Su director, John Ratcliffe, fue nombrado por Donald Trump en mayo pasado. Joe Biden, que ha hablado este martes, aseguró que el hecho de que Trump no reconozca la derrota “es una vergüenza” y que desea “hablar con el presidente”.

Trump sigue actuando, así pues, como si no le quedaran menos de dos meses y medio en la Casa Blanca. Su última decisión fue una bofetada al país al que más ayudó durante su presidencia, Israel, y al líder con el que mejor se llevó, el primer ministro del Estado hebreo, Benjamin Netanyahu. Este martes, la Casa Blanca anunció la venta de 50 cazabombarderos F-35 a los Emiratos Árabes Unidos, pese a que el Gobierno de Tel Aviv se ha opuesto a esa venta. Los Emiratos han restablecido relaciones diplomáticas con Israel, pero, aun así, ese país no quiere que tengan material tan sofisticado. Hasta el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, siguió la narrativa trumpista y aseguró que Trump había “ganado las elecciones” además de prometer una “transición tranquila”, pero no hacia la presidencia de Biden, sino hacia “el segundo mandato” del presidente saliente.

La actitud de la Administración de Trump, amenaza, así, con provocar un caos institucional. Ésa parece ser la única opción que le queda al presidente para seguir en la Casa Blanca, exceptuada la intervención divina, que ha sido solicitada sin éxito por la ex candidata a la presidencia Michele Bachman, una de las antiguas líderes del Tea Party, el movimiento que dio pie al trumpismo. Bachman insistió en varios mensajes de vídeo que “Dios hizo a Trump presidente”, pero el lunes cambió el tono, con un vídeo en el que decía: “Destruye la falsa ilusión, Padre, de que Biden es presidente. No lo es”.

Pero la actitud de Bachman refleja la del votante republicano. El 70% de los estadounidenses que están registrados como miembros de ese partido sostienen que en las elecciones ha habido fraude, según un sondeo de la consultora Morningconsult para la web Politico. Es una cifra similar al 65% de los partidarios de Trump que siguen insistiendo en que Obama nació el Kenia. Así, Trump, que encabezó la teoría conspiratoria de que Obama había nacido en Kenia (lo que no le hubiera incapacitado para ser presidente de EEUU), está creando la misma crisis de legitimidad con Biden, pese a que éste ha ganado las elecciones. A día de ayer, el demócrata llevaba 4,5 millones de votos de ventaja al republicano. Y no hay en el mundo denuncias ni recuentos que arreglen eso.

SIN MEDIDAS LEGALES
La propia campaña de Trump parece saberlo porque, una semana después de los comicios, no ha emprendido ninguna acción legal seria para cuestionar los resultados. Ayer, la campaña de Trump volvió a anunciar que va a exigir un recuento en Wisconsin, donde perdió por 20.000 votos -el doble de su margen de victoria en 2016-, algo que lleva anunciando sin parar desde hace una semana y que aún no ha pedido en la práctica. El equipo del todavía presidente está bombardeando a las personas que se han registrado en su campaña con solicitudes de fondos para financiar procesos legales, pero el destino de los donativos parece cuestionable: si se lee la letra pequeña de las peticiones, resulta que el 60% del dinero que reciba el equipo de Trump irá destinado a pagar las deudas que la campaña contrajo en el fallido esfuerzo electoral.

Pero lo que Trump sí está logrando es provocar el caos. El lunes, el fiscal general William Barr autorizó a los fiscales de EEUU a investigar de oficio presuntos fraudes electorales. Es una medida sin repercusión práctica, porque, hasta la fecha, no ha habido casos de fraude, pero que revela un nuevo paso en la politización del sistema judicial estadounidense en favor del presidente. El máximo responsable de supervisión del Grupo de Delitos Electorales, proceso electoral en el Departamento de Justicia, Richard Pilger, dimitió inmediatamente en señal de protesta.
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