Emmanuel Macron reivindica el centrismo en su discurso a Giscard D’Estaing

Reformistas y europeístas, ambos criticados por su prepotencia, son los dos centristas que han alcanzado la presidencia en 60 años de hegemonía compartida entre el gaullismo y el socialismo.

Nada más llegar al Elíseo, Emmanuel Macron quiso cumplimentar a sus antecesores a los que no conocía. Sólo quedó fuera de la operación de seducción François Hollande, del que había sido ministro y con el que mantiene un contacto entre protocolario y gélido. Ayudado por su esposa, Brigitte, inició una relación de complicidad con el conservador Nicolas Sarkozy que es una de las claves y de las rarezas de su mandato.

A los dos jefes de estado más veteranos, Jacques Chirac y Valéry Giscard d’Estaing, los visitó, lleno de fervor y respeto, en sus domicilios. Según cuentan Ava Djamshidi y Nathalie Schuck en su libro ‘Madame la présidente’, VGE le dedicó una frase que, queriendo expresar afecto a su lejano sucesor, define bien la altivez del fallecido: “Joven, usted habría merecido trabajar para un gran presidente como yo”.

¿Es Macron el heredero político de Giscard? En una de sus últimas entrevistas, éste admitía que algo de eso había; “un poco” fueron sus palabras. Y a la cuestión de qué les diferenciaba respondió, lacónico: “la gestión”.

El actual inquilino del Elíseo le dedicó esta tarde un discurso televisado en prime time. En él, como miembro de la generación nacida durante su mandato, evocó las reformas que Francia debe a su “audacia”, y glosó su europeísmo y su implicación en la política local tras su salida de la presidencia. Fue la intervención más breve de Macron, seis minutos, con la solemnidad y la emoción muy contenidos, a tono con el finado que dejó dicho que no quería un funeral de Estado sino una despedida en la intimidad. Así será.

Macron anunció que el próximo miércoles será una jornada de luto nacional. También reveló que el Parlamento Europeo le rendirá un homenaje el 2 de febrero, día de su aniversario. “En Estrasburgo”, precisó el jefe del Estado. Detalle no baladí. Porque, desde el comienzo de la pandemia, la Eurocámara ha dejado de celebrar sus plenos mensuales en la capital alsaciana. Los intentos franceses de recuperarlos han tropezado con la oposición de los contrarios a esa trashumancia entre sedes, reforzados por el temor a la pandemia.

El presidente comunicó que todos los ayuntamientos dispondrán de libros de condolencias… aunque en París serán dispuestos en el Museo de Orsay, que alberga las colecciones de arte del siglo XIX, singularmente los impresionistas. El guiño es evidente porque la transformación de esta antigua estación de tren en museo fue decisión de Giscard, su legado cultural. Al fallecido siempre le dolió que sus sucesores no bautizaran el centro con su nombre.

LO QUE LES UNE Y LO QUE LES SEPARA
A Macron y Giscard les unía sin duda la modernidad en la comunicación. Supieron comprender la importancia de los nuevos medios y los utilizaron como palanca para llegar y conservar el poder. Giscard, siendo ministro, recibió clases de profesionales de la TV; Macron, de un cantante de ópera para vocalizar bien. Giscard se dejó entrevistar en un vestuario de un campo de fútbol, con el torso desnudo. Su muerte ha llevado a Macron a aplazar 24 horas su entrevista con el medio online Brut, que la difundirá en directo y, además, por Snapchat. Entre los periodistas del medio juvenil estará el reportero maltratado por la policía hace 10 días. Busca a esos jóvenes de 20 años en este difícil 2020, como afirmó en una ocasión.

Quizá la semejanza más obvia sea la temprana edad en que llegaron al poder. Giscard tenía 48 años y hubo que buscar un precedente en la Tercera República. Para Macron, 39, hubo que recurrir a Napoleón. Si ambos comparten voluntad y ambición, sus orígenes sociales no pueden ser más diversos. Aristócrata uno, hijo de la pequeña burguesía el otro, Giscard tenía en su árbol genealógico un abuelo ministro y otro diputado y senador. Macron tuvo una abuela maestra y padres doctores. Giscard fue preparado como un príncipe heredero, estudió en los liceos de más prestigio de la capital. Macron llegó a la capital para concluir el bachiller desde su Amiens natal porque sus padres querían que rompiera con Brigitte, entonces profesora de teatro, hoy primera dama.

Ambos pasaron por el ministerio de Finanzas, pero de distinto modo. Giscard fue ministro tres veces bajo los presidentes De Gaulle y Pompidou. Enderezó las cuentas y fue el último en presentar un presupuesto sin déficit. Macron fue un ministro efímero de Hollande con mucha iniciativa y pocos logros.

A ambos presidentes les golpearon crisis inesperadas y de dimensiones colosales. Giscard sufrió el choque del petróleo de 1973, que pondría punto y final al largo período de crecimiento conocido como Los Treinta Gloriosos. En su mandato se acabó el pleno empleo. El de Macron se ha visto sacudido por el Covid, que ha provocado la mayor aumento del paro desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

A los dos se les considera, con razón, reformistas. Y lo son. Pero han elegido campos distintos. Giscard se centró en reformar la sociedad (divorcio, aborto); Macron ha emprendido reformas económicas (pensiones, transportes) que tiene difícil rematar.

Populares, pero no queridos. Giscard fue el último presidente que mantuvo altos índices de popularidad hasta el fin de su mandato. Macron no puede rivalizar ahí, pero es el único de los tres últimos jefes de Estado que ha sido capaz de remontar tras batacazos como la crisis de los chalecos amarillos y la huelga del transporte. Holllande y Sarkozy no recuperaron nunca. Fuera de la demoscópica, ni VGE ni su lejano sucesor son presidentes queridos como lo fueron Mitterrand y Chirac. Admirados, seguro; amados, mucho menos.

Europeístas ambos, reformadores de la UE, defensores a ultranza del eje franco-alemán, encontraron en los cancilleres Helmut Schmidt y Angela Merkel sus respectivas parejas de baile.

En el más de medio siglo de vida de la V República, dominado por las dos familias hegemónicas del gaullismo (Pompidou, Chirac, Sarkozy además del fundador) y el socialismo (Mitterrand y Hollande) son las excepciones centristas. Llegados a un liberalismo que en Francia es una etiqueta a evitar desde orillas opuestas, Macron es, sin duda, el heredero de Giscard.
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