Atrapado en el presidencialismo, el poder económico, y sus ideales de justicia social

AMLO

Crónicas Ausentes

Lenin Torres Antonio

Para entender los nuevo tiempos que vive México se necesita leer desde coordenadas conceptuales intrínsecas e extrínsecas, sin eso, siempre nos queda a deber las ciencias políticas para entender la esfera pública de esto tiempos tardo-modernos o posmodernos, pues hay elementos del orden de la geopolítica que se reproducen en la ruptura histórica que vive México, y configuraciones nacionales que están presentes como parte de la historia propia del México de los últimos 100 años.

Para comprender lo que representa esta ruptura histórica sucedida en México en el año 2018, tenemos que apelar a procesos de degeneración del poder político, la inoperancia del estado como ente social y público, y principalmente, a la decadencia de la clase política que se mantuvo en el poder por más de 100 años, y aún hoy se resiste a perder los privilegios particulares que le aportaba el poder público.

Aunque uno quisiera pensar que esa ruptura histórica por sí sola producirá un escenario de superación y de regeneración del poder público y político, resulta que no, que las fuerzas reaccionarias de la clase conservadora, y principalmente, del poder mediático y económico no están dispuestas a ceder el poder ejercido durante todo el período del México posrevolucionario, concentrado en las manos del 10% de la población mexicana el 78% de las riquezas de México, y una estructura presidencial intacta que no abona para el fortalecimiento de la democracia y la desconcentración del poder público y económico.

Ante ese escenario polarizado, de desigualdad, y de un lucha de baja intensidad en cuanto a los medios empleados para desacreditar al gobierno del cambio que representa la presidencia del presidente Obrador, utilizando la oposición conservadora principalmente los mass medias como instrumentos de oposición, la posibilidad de consolidar una Cuarta Transformación pacífica de México se torna un punto en el futuro que necesita, culturizar en el inconsciente colectivo la democracia como una forma de vida, incorporar a la clase política conservadora al proceso de construcción de un nuevo escenario pos revolucionario de un México que, recupere la funcionalidad perdida del estado mexicano, los ideales pospuestos de justicia social de la revolución mexicana, un sistema de partidos alejados del poder económico, y principalmente, una revolución de la representatividad que voltee la pirámide del poder presidencialista.

México más que una debate de las ideas que construya los contenidos de la 4ª T., está  instalado en un discurso monotemático, “la corrupción”, como el principal concepto que hace la diferencia entre los dos bloques opositores, la izquierda progresista que encabeza el presidente Obrador, y la oposición conservadora “neoliberal” perdida en un retórica de la modernidad de los 90, que demostró su ineficacia tanto teórica política como social, económica como cultural, el sistema neoliberal capitalista incapaz de haber mejorado  equitativamente la vida al ciudadano del mundo.

Si bien las coordenadas extrínsecas de la geopolítica se escapan a nuestro control, y nos someten inevitablemente a las procesos operativos de la economía, el libre mercado y la sociedad abierta; el contexto nacional es el lugar que no ha sido explotado para definir los contenidos de esa ruptura histórica que vive México a partir de la llegada al poder público de Andrés Manuel López Obrador.

Si bien es cierto que “la corrupción” es lo que definió la degeneración del poder público y de la clase política, también lo es, que los males estructurales históricamente serán insalvables con un diagnóstico monotemático, fundamentalmente porque a la sociedad le urge resolver en la inmediatez problemas graves como la pobreza, la inseguridad y la falta de desarrollo económico sostenido que le augure una mejor vida a la gran mayoría de los mexicanos que viven en la incertidumbre económica, existencial y social.

Claro que hay que aceptar que los males estructurales que propiciaron esos gobiernos neoliberales de la clase política conservadora, que por cierto, por ejemplo, hasta ahora viene el PRI a definir su posición ideológica; no son males menores que se puedan resolver en un tiempo a corto plazo, pues como tales implican regeneraciones profundas en materia de educación, cultura, psicología, política, economia y reordenamientos demográficos.

El México del pacto federal no es el mismo del México actual con sus más de 130 millones de habitantes, la reformas democráticas en materia de representación han sido insuficientes, pues sigue siendo la centralidad que auspicia el sistema federal presidencialista el principal factor distorsionante, y lo local o los municipios, aún representando estructuras demográficas inmensas siguen operando con una sinergia centralista burocrática, que los lleva a deslizar hacia el centro decisiones y políticas públicas que bien pudieran haberlas tratados y enriquecidos  desde el gobierno municipal, para luego operarlas con la aprobación del centro, en un segundo momento, en la esfera municipal, pudiendo empoderarse el municipio y desde ahí configurar el poder público y la organización social, lo local viene ser la dirección ausente hacia donde debe apuntar lo público, la política, la economía, y lo social.

Mundialmente a través de esa centralidad presidencialista el poder público se construyó, y esto tiene que ver que el sistema de dominio y explotación no podría operar de forma inversa, pues los resultados serían la dispersión y no la concentración del poder público y económico. Es decir, el sistema neoliberal capitalista sólo podría funcionar con una estructura piramidal, la inversión de la pirámide del poder coloca al ciudadano, a la gente, como el principal agente de la funcionalidad del poder público y privado.

Cuesta mucho a veces entender que con las mismas estructuras políticas y públicas no se puede esperar democracia en el sentido del gobierno del pueblo o de la gente, sino tan sólo democracia como un instrumento que legitima y legaliza el sistema presidencialista, pues después del acto electoral, la democracia no existe.

Por eso México aún con esa ruptura histórica de la sustitución de un sistema político ineficiente y corrompido, resulta complicado ver cambios sustanciales y conceptuales que hagan diferencias en prospectivas, pues se utiliza el mismo sistema presidencialista que no permite que la democracia sea otra más que plutocracia, es decir, un gobierno que sigue operando con los más ricos, incluso algunos lo justifican con el anodino argumento que son “los que generan los empleos”. El presidente Obrador está atrapado en su investidura presidencial y el poder económico, y sus ideales de justicia social.

Por eso creo que el presidente Obrador tiene que convocar a un nuevo constituyente que reconfigure el pacto federal, en un pacto entre los municipios, creando la primera república municipalista del mundo, y una revolución de la representatividad de acuerdo a la nueva demografía y psicología del mexicano.

La 4ª Transformación de México de forma pacífica se dará si y solo sí se voltea la pirámide del poder presidencialista.

Diciembre de 2021