Ramón Alberto Garza.

A confesión de parte, relevo de prueba, reza el refrán. Y el epidemiólogo Hugo López-Gatell labró ayer el epitafio de su deceso como científico consentido de la Cuarta Transformación.

Lo hizo en la comparecencia virtual ante una comisión del Senado que lo cuestionó sobre el pésimo manejo de la pandemia en México, aunque su jefe el presidente Andrés Manuel López Obrador piense exactamente lo contrario. No es de extrañarse.

El epitafio en la tumba de López-Gatell tendrá que decir:

“Aquí yace un científico diletante,

que por querer complacer al jefe

acabó como mal político, sepultado

entre toneladas de sus mentiras y contradicciones

que le costaron a México miles de vidas

y decenas de miles de contagios”.

Solo así se puede explicar que López-Gatell desdeñara los cuestionamientos de los senadores Ricardo Monreal, Dante Delgado, Alejandra Reynoso y Nuvia Mayorga, quienes reclamaron el por qué México cerró la puerta en definitiva al aumento de pruebas para detectar el Coronavirus, como se hace en todo el mundo.

No en balde somos el penúltimo lugar mundial en el abandono de estas pruebas, con solo 0.4 pruebas por cada 100 mil habitantes.

Vean incluso su respuesta sobre el tema de las pruebas en una entrevista con la cadena Norteamericana NBC News.

El epidemiólogo, que tiene endiosado al presidente López Obrador, confesó a México y al mundo que al gobierno no le interesaba aplicar un cien por ciento de pruebas.

Dijo que la diferencia estriba “en que el Gobierno mexicano, quizá a diferencia de muchos otros, acaso la mayoría, declaradamente ha dicho que no tiene como propósito de la vigilancia epidemiológica el contar todos y cada uno de los casos”.

Es decir, un científico que debe manejar información precisa, medible, para su toma de decisiones, decide que no hay que hacer pruebas como lo hace todo el mundo.

Que México, a diferencia de la mayoría –eso lo dice con soberbia y autosuficiencia- decidió que ese camino -que se aplica en todo el mundo- no es para México.

Estamos hablando del mismo epidemiólogo que un día sí y el otro también siembra en la mente del presidente López Obrador mentiras que sale a venderle al pueblo en su Mañanera.

Que “ya domamos la pandemia”, que “ya aplanamos la curva”, que entramos a la “curva bimodal”, que “de nada sirve el cubrebocas”, que “ya vamos de salida”. Mentiras sobre mentiras.

Los números no mienten, aunque a López-Gatell no le guste contabilizar. Los 501 decesos registrados el martes nos ubicaron como la segunda nación como más muertes en el mundo por Coronavirus, solo detrás de los Estados Unidos.

Y por el número de decesos totales ya nos ganamos a pulso de una letalidad que alcanza arriba del 11 por ciento el noveno lugar del mundo en muertes totales, con 8 mil 134 contabilizadas hasta el martes.

Pero López-Gatell no escucha razones porque sus mensajes y sus estadísticas no son para cumplir con los mexicanos, sino para complacer a quien lo instaló en el pedestal del mejor científico.

El mismo que se auto promueve con una abierta mentira de que lo invitaron a ser consejero de la Organización Mundial de la Salud, cuando se trata de una postulación de forma, al país no a la persona.

Por eso a pesar de que somos, a la par de Estados Unidos, Brasil, Rusia y la India, una de las cinco naciones calificadas como lejos de controlar la pandemia, el epidemiólogo le cumple al presidente su deseo de dejarlo salir del confinamiento en Palacio Nacional.

Y le da permiso para irse de gira a Cancún, uno de los sitios de mayor contagio junto con Baja California y la Ciudad de México.

Pero el peligro del contagio para quien maneja los destinos de México es lo de menos, porque lo que el presidente López Obrador quiere es dar el banderazo de su Tren Maya. Y López-Gatell le dice que lo puede hacer. Incluso sin cubrebocas.

Por eso el mensaje se distorsiona. Porque si el hombre que tiene dar con su ejemplo el respeto al confinamiento se va de gira, ¿cómo se le pide a Juan Pueblo que se quede en casa? Y luego preguntan por qué se elevó la movilidad ciudadana.

Y en el colmo del desdén para la misma comunidad científica mexicana, López-Gatell le rehuye al debate con sus pares, quienes con cifras y datos le pueden rebatir. El pedestal en el que lo tienen instalado es tan alto, que no existen otras eminencias en epidemiología que puedan aportar o enriquecer el debate con otra visión.

Por eso la pregunta obligada, después de confirmar que vamos de mentira en mentira. ¿Y ese señor, Gatell de quién es?
MSN MÉXICO.