Hablemos de Política exterior; tema clave que no genera votos

Más allá de los acuerdos comerciales, los vínculos con el exterior implican otros campos que han sido ignorados como el cambio climático, las problemáticas de la región o la defensa de los derechos de los migrantes.

Cuando se habla de proyectos de nación o de imágenes de futuro, en ocasiones se pasa por alto la trascendencia de las relaciones de México con el resto del mundo. El entorno internacional plantea grandes desafíos sobre los que, en principio, México no tiene capacidad de control. Con todo, sí es posible e indispensable tener plena conciencia de sus implicaciones y asumir una postura constructiva, tanto en el nivel de las relaciones bilaterales como en los foros multilaterales. México no puede superar por sí solo estos retos, pero sí puede contribuir a su solución. A este respecto, vale la pena enumerar al menos los principales desafíos provenientes del entorno internacional y que México necesariamente deberá enfrentar:

La proliferación de tendencias populistas, nativistas, ultranacionalistas y, en última instancia, proclives al autoritarismo observables en distintos países y que, en la medida en que avanzan y son aceptadas por las propias sociedades, constituyen una seria amenaza a la democracia liberal y sus valores.

La omnipresencia de diversos riesgos globales que, por su propia naturaleza, no pueden ser exitosamente conjurados a partir de los recursos del Estado-nación. Como los casos del deterioro ambiental (en particular, el cambio climático); el estallido de crisis económico-financieras y su gran capacidad para contagiar economías que, en principio, no parecían vinculadas con los factores originarios de la crisis; la inseguridad en tanto conectada con el crimen transnacional y el terrorismo.


Los conflictos regionales que, en la medida en que involucran a las grandes potencias, plantean serios desafíos a la paz y la seguridad mundiales.
Las tendencias proteccionistas exhibidas por algunos gobiernos y que ponen en entredicho una de las principales fuentes de crecimiento del orden económico global.


Las dimensiones del fenómeno de la pobreza que, junto con la violencia y la inseguridad, es la causa primordial de los crecientes flujos migratorios, de la ruptura de los lazos de cohesión social y de crecientes problemas relacionados con el atropello de los derechos humanos.


Los desafíos son complejos; su atención demanda una política exterior que parta de una definición precisa del interés nacional y, sobre todo, de sus contenidos específicos. El problema, sin embargo, es que, para amplios sectores de la sociedad e, incluso, de la clase política, lo que ocurre más allá de nuestras fronteras carece de relevancia. Culturalmente seguimos aferrados a la narrativa propia del México cerrado.

Con la justificación brindada por una dolorosa historia de intervenciones, el exterior era visto como una amenaza, frente a la cual se moldeó una idea de soberanía como nacionalismo defensivo, a su vez expresado en principios como la no intervención.

Esta situación resulta anacrónica en el marco de la apertura económica. Ya no es posible dar la espalda al mundo y pretender que lo que sucede más allá de nuestras fronteras no impacta sobre la situación nacional.

Así como la economía, gracias a una amplia red de tratados comerciales, entre los que sobresale el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual se articuló a la dinámica de la economía global y tuvo que enfrentar el reto de una mayor exposición a la competencia, de manera similar, en el ámbito político, México, aunque a regañadientes, debió abrirse y aceptar el juicio de diversas instancias multilaterales comprometidas con causas como la defensa de los derechos humanos o la observación electoral.

Hoy en día los vínculos con el exterior, más allá de los acuerdos comerciales, implican la asunción de compromisos en campos tan diversos como el cambio climático, la agenda del desarrollo sostenible e, incluso, la eventual participación en las acciones de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas.

No se puede soslayar la relevancia de la relación bilateral con Estados Unidos de América (EUA) y la difícil historia de la misma. Más de 10 millones de personas nacidas en México viven ahora en ese país, el cual, adicionalmente, es nuestro principal mercado y nuestra más importante fuente de inversión extranjera.

Pero, aunque crucial, la relación bilateral con el vecino del norte no agota la agenda de una nación que, como México, posee una de las economías más abiertas y que, más allá del TLCAN, debe aprovechar las oportunidades que le brindan el TPP-2, el tratado con la Unión Europea, la Alianza del Pacífico y China, entre otros.

“Una economía sólida, un orden político eficaz y el imperio de la ley son una base firme para proyectar a cualquier nación como un actor relevante en el escenario mundial.¨

Como nación que por el tamaño de su población y de su economía, así como por sus riquezas naturales y culturales, cuenta con un gran potencial para incidir en la marcha de la economía y la política mundiales, México debe asumir una postura proactiva en materia de política exterior.

En este sentido, hubiese sido deseable que, durante el segundo debate entre los aspirantes a la presidencia, se hubieran abordado asuntos como la crisis venezolana o el papel de México en los foros multilaterales y las estrategias idóneas para ganar influencia en las decisiones que ahí se adoptan.

Hay en cada plataforma electoral un capítulo dedicado a las relaciones de México con el resto del mundo, donde se aborda con cierto detalle un abanico más extenso de temas. La revisión de estas plataformas permite apreciar algunas diferencias a propósito del grado de comprensión de cada candidato del carácter estratégico de las relaciones con el resto del mundo y, por tanto, su conocimiento de las fuerzas que hoy en día mueven la política y la economía mundiales.

Así, por ejemplo, en los casos de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, este último con el antecedente de haber sido Secretario de Relaciones Exteriores, se percibe un auténtico interés en los temas internacionales y en cómo su dinámica resulta vital para definir las oportunidades y los retos que el mundo plantea al desarrollo del país. En contraste, la postura de López Obrador, más conservadora y apegada a los usos y costumbres del nacionalismo revolucionario, denota falta de sensibilidad frente a esta agenda de desafíos.

Resulta un verdadero disparate la afirmación de que la mejor política exterior es la política interior. Una economía sólida, un orden político eficaz y el imperio de la ley son una base firme para proyectar a cualquier nación como un actor relevante en el escenario mundial, pero el prestigio no se traduce en automático en una promoción efectiva del interés nacional. Este debe definirse en relación con los retos que la problemática internacional plantea y no solo en relación con EUA.

Cuando se aborda el tema de la política exterior, el recurso más socorrido es hablar de principios, de defensa de la soberanía y de velar por el interés nacional. Pero, por regla general, se omite dar contenidos concretos al interés nacional. No hay, por ejemplo, una narrativa que articule de manera coherente la defensa de los derechos humanos de los migrantes, las negociaciones comerciales, las posturas a adoptar en los foros multilaterales o la asunción de compromisos de cara a los numerosos riesgos globales que, de una u otra manera, afectan las perspectivas de bienestar del mundo y, por su puesto, de México.