Trump borra la separación entre Estado y partido en la Convención Republicana

Donald Trump ha eliminado cualquier distinción ente el Estado y su candidatura a la presidencia. En la segunda jornada de la Convención Republicana, el presidente de Estados Unidos ha ‘dirigido’ ante las cámaras de televisión la ceremonia de adopción de la ciudadanía estadounidense de cinco personas, y la primera dama, Melania, ha hablado desde el Jardín de las Rosas – un espacio a menudo usado para ruedas de prensa con dignatarios extranjeros, como Mariano Rajoy en 2018 – en un púlpito con el escudo de Estados Unidos. No solo fueron Trump y Melania.

El secretario de Estado, Mike Pompeo, de visita oficial en Jerusalén, dio un discurso desde esa ciudad, donde está en viaje oficial pagado por el contribuyente. Fue como si Emmanuel Macron diera un discurso de campaña desde el Elíseo, o si el primer ministro británico hablara desde el Palacio de Buckingham, dado que el presidente de EEUU es jefe del Estado y del Gobierno.

La utilización de edificios y cargos del Estado en un acto electoral de esta naturaleza ha levantando una considerable controversia, sobre todo porque en Estados Unidos los cargos oficiales ratificados por el Senado -como Pompeo- tienen muy limitada su participación en eventos partidistas. De hecho, no deja de ser paradójico que el secretario de Estado emitiera una circular interna informando a sus diplomáticos de que se abstuvieran de participar en eventos políticos para después él, en su calidad de jefe de la diplomacia estadounidense, hablar en el evento político por excelencia.

La Cámara de Representantes, que controla la oposición demócrata, ha anunciado una investigación acerca de la legalidad de una acción que, según declaró esta madrugada a EL MUNDO el ex diplomático y ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional con Obama Brett Bruen, que ahora preside la consultoría de comunicación Global Situation Room, “es un abuso de las competencias del cargo extraordinaria, que, demás, daña nuestra posición en el mundo”, ya que “Pompeo ha introducido el partidismo en la diplomacia”.

Según los demócratas, la actuación de Pompeo podría haber sido una violación clara de la Ley Hatch, de 1939, que prohíbe el uso de edificios oficiales y de altos cargos ratificados por el Senado en eventos de índole política

Pero, aunque la aparición del responsable de la política exterior estadounidense fue lo más espectacular, hubo otros elementos que revelaron que, para Donald Trump, el Estado es él, y su familia. El hecho de que el presidente participe en el acto de adopción de la nacionalidad estadounidense por parte de varios ciudadanos extranjeros tampoco tiene precedentes, y es más llamativo en un momento en el que hay decenas de miles de personas a la espera de su juramento de nacionalidad al país a los que la Administración Pública ha dicho que tienen que esperar porque no acepta que esos actos, que son puramente simbólicos, se realicen a través de internet.

Igualmente, la participación de Melania Trump es el Jardín de las Rosas ha desencadenado la polémica. Ese espacio es, desde el punto de vista legal, parte de las estancias privadas de la Casa Blanca, con lo que su utilización en este acto de campaña no viola la Ley Hatch. Pero el Jardín de las Rosas ha salido tantas veces en televisión que hasta ha dado pie a una expresión entre los periodistas de Washington, “la estrategia del Jardín de las Rosas”, para referirse a un presidente que trata de resolver un problema político de una manera discreta y sin comparecer ante la opinión pública.

En general, la Casa Blanca tiene un carácter sagrado para los estadounidenses, como una especie de sagrario en el que se guarda la democracia del país. George W. Bush ‘hijo’, por ejemplo, nunca celebró una sola reunión para su reelección en 2004 en el edificio. El autor de estas líneas recuerda haber oído escandalizado a Karl Jackson, asesor especial para Asia de George Bush, hablar de cómo había visto a ese presidente llamar discretamente a uno de sus donantes a la reelección en 1992 desde un despacho de la Casa Blanca. En 2020 esa llamada habría sido televisada.

TONO SUAVIZADO

Al margen de esas controversias, el mensaje de la segunda jornada de la Convención fue similar al del lunes, aunque en esta ocasión se suavizó un poco el tono, con la ceremonia de la jura de fidelidad a Estados Unidos y con el mensaje de la primera dama, orientados a reforzar el mensaje de Trump entre las minorías – en particular, los hispanos, donde tiene una popularidad mayor que sus predecesores republicanos – y entre los mujeres blancas, cuyo voto ganó en 2016 pero entre las que, ahora, va en desventaja en relación al candidato demócrata Joe Biden.

Desde el punto de vista técnico, la Convención fue, por segundo día consecutivo, mucho más sofisticada y efectista que la del Partido Demócrata, la semana pasada, así que es sorprendente que, de acuerdo con los datos de la empresa especializada en medición de audiencias Kantar Media, más estadounidenses vieran el primer día del evento destinado a ‘entronizar’ a Biden como candidato que el de Trump. Los datos de Kantar, sin embargo, no incluyen Internet.

Las estrellas de la jornada fueron cuatro: Nick Sandmann, Eric Trump (el hijo del presidente), Pompeo, y Melania. Además, participó la hija del segundo matrimonio de Trump, Tiffany Trump, que juega un papel mucho más secundario que el de sus hermanos Eric, Don ‘junior’ que habló ayer), e Ivanka (que habla mañana antes de su padre).

Sandmann es probablemente quien, pese a su falta de reconocimiento público, despierte mas respaldo entre la base de Trump. Este joven, que acaba de cumplir 18 años, se vio envuelto en una feroz polémica cuando, mientras llevaba una gorra con el eslogan de Trump, ‘Hacer a Estados Unidos Grande Otra Vez’, se plantó frente al activista indígena Nathan Phillips frente al Monumento a Lincoln, en Washington. Sandmann, que estaba participando en una marcha anti aborto, y Phillips, que estaba en una manifestación pro-indígena, mantuvieron un intenso cara a cara, desencadenado, curiosamente, por un tercer grupo de activistas del grupo racista y supremacista negro de los Negros Judíos. El joven fue víctima de un linchamiento en varios medios de comunicación de EEUU que le acusaron de “racista”. El diario ‘Washington Post’ y la cadena de televisión ‘CNN’ han tenido que indemnizar a la familia de Sandmann, mientras que la Justicia aun no se ha pronunciado en un tercer caso contra la cadena de televisión NBC.

El discurso de Sadmann fue, previsiblemente, muy combativo. Más aún lo fue el de Eric Trump. El tercer hijo del presidente no se anduvo por las ramas a la hora de poner de vuelta y media a los demócratas cuando declaró que Estados Unidos “derrotó el fascismo, derrotó el comunismo y, en 68 días destruirá de las visiones vacías, opresoras, y radicales de la izquierda radical”. Eric Trump, que anteayer fue citado a declarar por la investigación del presunto fraude fiscal que la Organización Trumpo cometió en el pasado, usó en un lenguaje que los evangélicos de Trump – como Pompeo – suelen evitar cuando dijo que “estoy condenadamente orgulloso de estar en el frente de batalla de esta lucha”. Pompeo, por su parte, desde la noche de Oriente Medio, se limitó a celebrar los éxitos de Donald Trump.

Y así se llegó a Melania. La primera dama habló en el Jardín de las Rosas, con su esposo en primera fila, y emitió un mensaje más suave que el de sus predecesores en la jornada. Se dirigió a los casi 180.000 muertos de la Covid-19 y les dijo “quiero que sepáis que no estáis solos”. Después, Trump se levantó, le dio un beso en la mejilla, y los dos desaparecieron en una Casa Blanca convertida en escenario de un mitin electoral.