Adaptada en la pandemia, La Catrina se despide de México

La versión de este personaje en la obra Los cuentos de La Catrina se adaptó a los tiempos del gel antibacterial para pedirle a los niños que se cuiden y disfruten de las tradiciones en familia

Entrevistar a La Catrina no es tarea fácil.

El primer problema fue ubicarla: por estas fechas la huesuda andaba en todas partes, había pequeñas catrinitas presumiendo sus disfraces, otras de más edad que honraban la tradición mexicana y muchas que lo hicieron desde el arte.

Encontramos a la que se presentó en Los cuentos de La Catrina. La obra, que lleva cinco años en escena, se representó este temporada desde el Teatro Milán, pero por las condiciones sanitarias, se transmitió vía streaming.

Esta Catrina es jovial. En la obra llega a la casa de los Martínez, una familia con una madre preocupada de que todos usen gel antibacterial, un pequeño obsesionado con la tecnología y una niña que quiere conservar la tradición del altar del Día de Muertos.

“Sí, yo soy La Catrina, la muerte, pero no se asusten, vengo como embajadora mundial de las tradiciones de Día de Muertos y vengo a recordarles la importancia de recordar”, dice este personaje, con rostro blanco, adornado con brillantes colores, figuras, pedrería y elegantes ropajes.

Son tiempos difíciles y La Catrina está consciente de que muchos recibieron el Día de Muertos de manera especial. Su consejo para los más jóvenes es que sigan valorando la vida, porque entender que los seres queridos dejaron su luz en este mundo nos permite valorar nuestro tiempo y dejar nuestra propia llama.

“No deben temer ni niños, ni adultos, la muerte es un proceso natural que a todos les va a llegar, pero eso ayuda a valorar que están vivos”, reflexiona la flaca.

Lo mejor de ser La Catrina, asegura, es ser la conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos: “Ayudo a las familias mexicanas a que reciban a sus familiares que ya descansan y honren sus vidas con esta fiesta”, detalla.

Este año, la conmemoración fue diferente, porque debido a la pandemia no todos los panteones se llenaron de flores, luces de veladoras, ofrendas, verbena popular en las plazas, ni desfiles por las calles. Ella cree que, con todo, se aprendió mucho, porque la distancia no ha sido pretexto para mantener a las familias unidas, ya sea terrenalmente, o en otro nivel más espiritual.

“Este año muchos aprovecharon para unirse y descubrir nuevas y divertidas formas de disfrutar. Por ejemplo, si les gusta el Halloween pudieron usar unas sábanas y disfrazarse de fantasmas y convertir su casa en un castillo embrujado, pero seguramente entendieron lo importante que fue crear ofrendas para recibir a aquellos familiares que nos vinieron a visitar. Comer pan de muerto, escribir calaveritas y disfrutar en familia de esta fiesta mexicana del Día de Muertos”.

Va más allá
La actriz Jimena Parés prefiere tomar el lado positivo de esta pandemia.

Ella es quien desde inicios de octubre se sometió a una larga sesión de maquillaje y caracterización para transformarse en la huesuda en la puesta Los cuentos de La Catrina. Le sorprendió que, debido a la contingencia, haya podido acercarse a personas de distintas edades en varias regiones de la República.

“Muchas personas de Cancún, La Paz, Puebla, además de gente en el extranjero, mexicanos que extrañan su país y quieren sentir un pedacito de México ahí con ellos. Para mí es muy emocionante saber que mucha gente haya tenido la posibilidad de verla”.

Esta puesta de Allan Poumián, bajo la dirección de Laura Luz, fue representada además por Mario Iván Martínez, Hamlet Ramírez, María Perroni, Bastian Delbouis y Eduardo Siqueiros. La esperanza es que La Catrina vuelva frente al público el próximo año.

Calavera Garbancera y su crítica social
La Catrina es un ícono de la cultura popular mexicana relacionado especialmente al Día de Muertos, pero en su origen fue además una imagen de crítica social.

Fue creada por el grabador y caricaturista José Guadalupe Posada en 1912 y publicada por primera vez en noviembre del año siguiente, a 10 meses de la muerte del artista, para ilustrar unas calaveritas.

Su nombre inicial fue Calavera Garbancera y representaba a las empleadas domésticas que pretendían verse como mujeres de clase alta en la era posrevolucionaria.

Diego Rivera la retomó en 1947 para el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda central. La Catrina —nombre que alude al catrín, o alguien adinerado— se integró entonces a la cultura popular.