¿Por qué muchos mexicanos no votan?

JESÚS MARTÍN MENDOZA

Para los mexicanos que nos empeñamos en cada elección a participar, nos parece incomprensible el por qué algunos mexicanos, lamentablemente muchos ni siquiera hacen el esfuerzo para asomarse para conocer la ubicación de su casilla de votación. En el marco de la gran convocatoria que hemos emprendido en el Heraldo de México y nuestras plagiamos digitales para acudir a votar este domingo seis de junio, por los candidatos y partidos que usted quiera, pero acudir a votar, una radioescucha me escribió para contarme que aunque ha hecho esfuerzos para convencer a sus compañeros de trabajo para votar el domingo yo que entra no lo logra. Me compartió que el descrédito de la política, partidos y candidatos les provoca el poco o nulo interés en ir a votar.

Concluyó su mensaje diciéndome que los que menos votan son los jóvenes y que en su mente ya está la reunión familiar, los amigos e inclusive ahora que ya se puede los viajes el mismo día de la votación. ¿En dónde radica el problema? En la educación valores cívicos que desde hace algunas generaciones es inexistente en el sistema educativo mexicano. Votar no solo es un derecho, es una obligación ciudadana, cívica y moral. Participar con nuestro voto da al ciudadano la legitimidad para protestar y en su caso exigir a quienes fueron elegidos.

Al menos esos fueron los conceptos que nuestras generaciones arribamos de nuestros formadores. Sin embargo, cuando uno revisa los números históricos en cuanto a participación, lo que puede esperarse para la jornada de este seis de junio resulta desalentador. La votación más copiosa que México ha logrado fue en 1994. Según datos del entonces Instituto Federal Electoral hace 27 años se logró casi el 75 por ciento de participación. El levantamiento zapatista de ese año, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y una escalada de violencia e incertidumbre política, todo esto aunado a la confianza en la autoridad electoral provocó que la sociedad se volcara a las urnas.

Tres años después, en 1997, aún con “el error de diciembre”, el incremento en la inseguridad y la expectativa de la elección del primer Jefe de Gobierno para el Distrito Federal, el interés por votar solo alcanzó poco más del 55 por ciento de la lista nominal. ¿Qué fue lo que sucedió? Las elecciones intermedias generan menos interés que las presidenciales. Tres años después, en el 2000, la campaña de Vicente Fox que se perfilaba como la primera revolución política sin armas, solo convocó al 65 por ciento de la lista nominal de ese año. Aún con la llamada al “cambio”, cuatro de cada 10 mexicanos simplemente decidieron, por la razón que sea, no participar. Inclusive para la elección presidencial de 2018, con los tan cantados 30 millones de votos para el actual presidente, el porcentaje de participación alcanzó el 63 por ciento. Ahora bien, el fenómeno de apatía participativa no es solo de México.

En Estados Unidos, en la elección para sacar a Donald Trump de la Casa Blanca, participó el 66 por ciento de los electores, ya considerando aquellos que realizaron un voto anticipado. Aún con todo nuestro esfuerzo para promover la participación masiva de la sociedad, la realidad nos plantea que para la elección del domingo que entra, aún siendo la más grande e importante en muchos años, solo se espera a la mitad de los inscritos en la lista nominal.

Un gran triunfo sería llegar a un 60 por ciento pero estadísticamente esa probabilidad es casi inexistente. Insistir en la participación en las elecciones es el único camino, la única forma para que los resultados del domingo estén libres de toda duda. Nos vemos en las urnas el domingo.

Corazón que si siente

Solo recordar a las fiscalías de los estados a del país, no vaya a dejar en la omisión las 89 investigaciones de igual número de aspirantes asesinados en este proceso electoral. Ignoralos sería deshonesto, inhumano, moralmente inaceptable.