Javier Murillo

Esta semana ha sido de las peores semanas para Facebook.

El domingo aparece en el famoso programa de televisión “60 minutes” una “whistleblower”, Frances Haugen, exempleada de la red social, denunciando indolencia por parte del equipo directivo del gigante de los medios digitales y el lunes se registra una de las peores caídas del sistema de las tres principales plataformas de la empresa de Mark Zuckerberg: Facebook, Instagram y WhatsApp, aparentemente porque el equipo “swat” para restablecer el servicio se quedó fuera, físicamente, de las instalaciones.

Lo que parece es que, como todos los imperios de la historia, la fortaleza de Facebook se volvió su más grande debilidad. Recordemos el Facebook de antes del 2016, cuando inicia su caída, después de 10 años en el mercado y 4 años de crecimiento acelerado cotizando en Nasdaq, digno exponente del sueño americano. Pero a partir del 2016, todo se vendría abajo progresivamente, desde las elecciones para presidente de Estados Unidos del 2016, cuando se eligió a Trump, la compañía comenzó a perder su mística, hasta llegar a los eventos de la semana pasada.

“No odio a Facebook,” Dijo Haugen que escribió en “Workspace” en su último día en la compañía. “Amo Facebook. Quiero salvarlo”. Pero no dijo de quién, por sus declaraciones se asume que se refiere a sus directivos, a quienes responsabiliza por su inacción ante la información y decisiones ejecutivas, con las que estuvo en contra y que la llevaron a tomar la decisión de salir de la compañía y testificar ante congresistas de Estados Unidos.

Facebook respondió en un escueto comunicado, en el que ni siquiera se refiere a Frances Haugen por su nombre, solo se refiere a ella por su puesto y en el que intentó minimizar su paso por la empresa, al final dice estar de acuerdo en abrir el debate para replantearse los estándares y reglas bajo los que se rige internet.

Hace mucho tiempo que no estaba de acuerdo con esa red social, hay que debatir, y mi respuesta a Facebook para abonar a ese debate es: los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales, deben atender los intereses de sus usuarios y esto no va a suceder mientras su principal objetivo sea tenernos el mayor tiempo, reaccionando a la mayor cantidad de contenidos posible, porque su modelo de negocio sigue siendo la publicidad.