El momento de la ruptura: Muñoz Ledo

Cuando quiere hablar duro no le tiembla la voz: “yo soy la consciencia histórica, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, de la evolución del México contemporáneo.” Porfirio Muñoz Ledo está en campaña para dirigir el Movimiento Regeneración Nacional. Quiere convertirlo en un partido de izquierda que trascienda y dure muchos años. Asegura que cuenta con el aprecio de su fundador, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Él sabe sobre las críticas que yo hago y siempre ha respetado mi lucha. No estoy diciendo que tengamos una relación como Lenin y Trotsky, pero tenemos una de gente grande.” El embajador Agustín Gutiérrez Canet publicó en BAMBAPOLITICA, el jueves de esta semana, un artículo polémico titulado: Porfirio Muñoz Ledo o la traición. Un párrafo sintetiza todo el argumento: “sería gravísimo para México que la epopeya democrática del pueblo de México sea secuestrada por un grupo de hábiles pero siniestros personajes.” Pregunto si coincide y Muñoz Ledo responde que está al ciento por ciento con los argumentos del embajador. ¿Quiénes son esos personajes siniestros? “Gutiérrez Canet y Martha Bárcena, nuestra embajadora en Washington, saben qué hace y qué hizo Marcelo Ebrard con Donald Trump en Washington.” El candidato a dirigente nacional dice que Morena debe convertirse en un partido tolerante, deliberativo, que despliegue una vía pacífica.

El desafío es enorme porque el país está tan fracturado, como también parece estarlo el partido en el poder. Sin embargo, Muñoz Ledo mira a sus adversarios como un peligro para “el movimiento histórico.” “A Marcelo Ebrard la ambición lo devoró. Adán cayó del paraíso por un solo pecado: la soberbia. Está corrompido y te lo pruebo.” Interrogo a Porfirio sobre la posibilidad de una conciliación entre facciones. Él responde lapidario: “¡Que se vayan del partido los corruptos … llámense como se llamen!” ¿Marcelo Ebrard y su grupo no caben en Morena? “¡Que se vayan! Ellos no quieren caber.” Teme que harán todo para que él no llegue a la dirigencia de Morena: “hasta venenito me pueden mandar,” refiere, entre broma y verdad. También valora con sospecha la candidatura de Gibrán Ramírez. Dice que a este otro aspirante lo compraron para que lo frenara. “Con él hubo malversación de fondos,” asegura. ¿Quién le pagó? “Estoy seguro de que fue mi adversario: Mario Delgado.

Pienso en el PRD, en Cuauhtémoc Cárdenas y en Andrés Manuel López Obrador antes de indagar por la tribu que ahora encabeza Porfirio Muñoz Ledo dentro de Morena. “Difiero,” refuta molesto: “yo no soy tribu, no venimos de una tribu, venimos de un movimiento histórico que es el que generó a Morena.” Regresa en el tiempo y asegura que su partido es el heredero de un movimiento que comenzó en 1988. “Ahí nos conocimos Andrés Manuel López Obrador y yo … ahí rompimos con el régimen Cuauhtémoc Cárdenas y yo.”

Es en este preciso argumento en el que se entiende a cabalidad la lógica de Muñoz Ledo y el grupo político que lo nombró su representante: no ven a Marcelo Ebrard como parte de ese movimiento, no lo sienten propio, no comparten su ideología. Aquí, de nuevo, las palabras de Gutiérrez Canet permiten dimensionar el tamaño de la desconfianza: “siguiendo técnicas de propaganda del nazi Joseph Goebbels, tratan de aprovecharse de la herencia política y moral de López Obrador, como un cínico instrumento para promover su llegada al poder presidencial.” Recuerdo a Muñoz Ledo lo que él ya sabe: Marcelo Ebrard es uno de los alfiles más importantes del presidente. López Obrador le ha encomendado una larga lista de tareas muy graves. ¿Se vale atacarlo en este momento cuando el mandatario tiene tantos frentes abiertos? Me responde con una metáfora: el alfil, cuando es inteligente, no se convierte en caballo sino en torre, y la torre en reina y la reina se come al rey.”

Quiero que me explique y él ríe antes de insistir: “los círculos del presidente están hasta la madre del futurismo.” Me atrevo a suponer que se refiere, entre otros, a Gutiérrez Canet, quien es tío de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller. Refiere Muñoz Ledo que en el antiguo régimen priista nadie avanzaba sus ambiciones presidenciales sino hasta el quinto año de gobierno. “Así es en todos los regímenes: ¡cuidado con adelantarse!” Recuerda que sobresalir significa retar al liderazgo.

“Si se es contendiente, se contiende abiertamente.” Se duele Muñoz Ledo, como lo ha hecho desde hace más de un año, por la política migratoria del gobierno mexicano respecto a las poblaciones centroamericanas. Dice que ha sido su principal diferencia con el presidente López Obrador y reclama al canciller Ebrard por haberlo convencido de aproximarse a la Casa Blanca. Cuando aquello sucedió —precisa—, “no era el momento de la ruptura.” ¿Llegó ahora ese momento? Rodea de nuevo para contestar: “Cuauhtémoc Cárdenas y yo propusimos en 1988 una ruptura pactada.” Años más tarde vino la reforma electoral de 1996. La cuarta transformación debe ser eso —enfatiza— la ruptura pacífica y civilizada con el pasado y Morena el partido que encabezará ese proceso histórico.

Muñoz Ledo asume que hay militantes y dirigentes en Morena que no deben continuar dentro del movimiento. Son los saldos inevitables de la ruptura. No está dispuesto a adelantar los tiempos de la contienda presidencial de 2024, pero está convencido de que llegó el momento de quebrar lanzas con quienes considera detractores de la herencia política a la que él pertenece.