Latinoamérica en crisis: México con una oportunidad histórica

LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES

América Latina llegó a la pandemia con el distintivo de ser la región más desigual del mundo, y la crisis ocasionada por la emergencia sanitaria, ha recrudecido aún más las cosas: mientras la pobreza extrema se ha disparado hasta máximos de hace dos décadas —a pesar de los cuantiosos salvavidas sociales lanzados por los Gobiernos—, los más adinerados —cuyas fortunas dependen del devenir de unas Bolsas que ya han regresado a niveles precrisis— apenas han visto erosionado su patrimonio.

Esta situación representa en términos generales, el panorama global de un continente cuya inequidad económica y social, parece ser el principal factor por superar hacia el futuro, que está próximo a empezar.

Pero hay algo aún más preocupante, desde el punto de vista estructural: según los datos de la OCDE, los impuestos y las transferencias sociales apenas reducen en tres puntos porcentuales el coeficiente de Gini —la medida más popular de la inequidad—, frente a los más de 15 puntos de la media de la Unión Europea.

En términos económicos: la tributación apenas corrige el rumbo. Y es que, aunque se suban más los impuestos o se logren incrementar de manera sustancial las arcas del Estado, de nada servirá si la medida no logra dinamizar la economía regional. Para ello, es fundamental que cada gobierno logre establecer mecanismos de redistribución del ingreso, con base en la generación de nuevas oportunidades de desarrollo, a través de la inversión en infraestructura u obra pública, que logren atraer más inversiones, por parte del sector privado hacia sus países.

De acuerdo con el momento histórico que se vive, es fundamental de acuerdo con la visión de muchos expertos, como la profesora Nora Lustig, de la Universidad de Tulane, presidenta emérita de la Asociación de Economía de América Latina y el Caribe (Lacea) y una de las economistas más preeminentes de la región, rediseñar el planteamiento que se tiene hasta ahora sobre el manejo de los recursos en el continente:

“No pueden ser las clases medias y bajas las que paguen la cuenta, menos aún en este momento. Venimos de una gran concentración del ingreso y de la riqueza en el top, y habría que buscar una contribución por parte de los más ricos: de una

vez o de manera permanente… Es una gran oportunidad, pero no será fácil aprovecharla: estos sectores tienen muchas maneras de minimizar su carga fiscal gracias a la movilidad del capital”.

En la misma temática el también economista Martín Rama, jefe del Banco Mundial para la región, ve un “choque” de difícil solución entre lo ideal y lo posible: “El debate debe girar, claramente, en torno a quién va a pagar la factura de la crisis…Hay que verlo en clave de representación: quien tenga una mejor posición en el mercado electoral le va a transferir la factura a los otros grupos. Y soy pesimista, porque en países como Chile, Brasil, Colombia o México los empresarios están muy bien organizados, tienen mucha influencia en el proceso de toma de decisiones y en absoluto parecen dispuestos a asumir su cuota”.

Estos elementos podrían explicar con claridad las directrices de lo que, hasta ahora, es la razón principal por la que Colombia ha experimentado un estallido social que permanecía en estado de alerta y ante cualquier estímulo podría despertar. Lo anterior, ya sucedió.

Para el gobierno de México esta debe ser una guía clara, para aprender de los vecinos de la región y tratar de anticipar el enorme dilema que viene en la coyuntura nacional. El dilema es claro, para salir de la crisis y el rezago que generó la pandemia del COVID-19 el año pasado, es fundamental que el secretario de Hacienda Arturo Herrera logre incrementar de manera eficaz, los niveles de recaudación de la base fiscal en este país. Paralelo a ello, es igualmente importante definir el carácter y enfoque de una reforma fiscal fundamental para reactivar la economía nacional. Se acabó el tiempo.