Mujeres trans en los deportes: ¿justo o injusto? | Laurel Hubbard en Tokio 2020

Láurel Miranda

Hoy la atleta neozelandesa Laurel Hubbard debuta como la primera mujer trans en competir en unos Juegos Olímpicos. Desde que se anunció que con base en la normativa del Comité Olímpico Internacional no había impedimento alguno para frenar su participación en halterofilia en Tokio 2020, la pesista ha sido objeto de burlas, críticas y estigmas que aún giran alrededor de las mujeres trans. El cuestionamiento que más resuena entre la opinión pública es el de la supuesta ventaja “natural” que tendrían las personas asignadas hombre al nacer frente a las personas asignadas mujer al nacer. Por ello, me parece importante realizar algunas reflexiones al respecto. 

Cuando decimos “es injusto que las mujeres trans participen en competencias deportivas con mujeres cisgénero”, ¿qué entendemos por una competencia justa? Y más importante aún: ¿las competencias deportivas son en sí mismas justas?

En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 al menos tres mujeres se han visto imposibilitadas de participar debido a sus altos niveles de testosterona, una medida impuesta por el Comité Olímpico Internacional. Ellas son la sudafricana Caster Semenya y las namibias Christine Mboma y Beatrice Masilingi; todas atletas negras. 

La medida responde a una presunta “ventaja” que la testosterona daría a la atletas frente a sus rivales. Dicha medida resulta transfóbica, en tanto es precautoria para que mujeres trans con altos niveles de testosterona participen en las competencias; pero también es racista, porque históricamente ha afectado más a atletas racializadas. Finalmente, es misógina, pues en el caso de los atletas hombres no se descalifica a quienes producen más testosterona que el promedio.

En medio de la controversia, hay un mar de cuestionamientos contra Laurel Hubbard, quien no ha sido imposibilitada a representar a Nueva Zelanda en halterofilia en el apartado de +87 kilos, pues sus niveles de testosterona no superan los 10 nanomoles por litro de sangre. ¿Pero realmente la testosterona da ventajas?, ¿las mujeres trans tienen más testosterona frente a mujeres cis?

La física clínica Joanna Harper notó que su velocidad en las carreras de atletismo había disminuido tras iniciar un tratamiento de reemplazo hormonal (TRH) en 2004, como parte de su transición de género. Tras unos meses, sus marcas eran 12% inferiores a las que realizaba previo al TRH. La especialista inició entonces una investigación en la que analizó las marcas de ocho atletas antes y después de la transición; obtuvo resultados similares al suyo.

Tras el estudio, publicado en 2015, Harper comenzó a asesorar al Comité Olímpico Internacional y es una de las coautoras de las directrices para deportistas trans dictadas por este organismo a finales de ese mismo año. “En el deporte no importan los genitales, importan las hormonas”, mantiene la experta. Hablemos de los niveles hormonales en mujeres trans.

De acuerdo con Harper, el nivel de testosterona en el 95% de las mujeres cisgénero está por debajo de 2 nanomoles por litro. Y en un estudio reciente de casi 250 mujeres trans, el 94% de ellas tenía testosterona también por debajo de 2 nanomoles por litro. En el caso de la hemoglobina, cuyos niveles son más altos en hombres cisgénero, (lo que permite la entrada de más oxígeno a los músculos), la especialista señala que a medida que los niveles de testosterona bajan en las mujeres trans, también lo hace la hemoglobina.

Sin embargo, la especialista afirma que «no le cabe duda» de que las mujeres trans pueden tener ventajas frente a mujeres cis. «No se trata solo de fuerza, hay deportes de altura. La mujer trans perderá fuerza con la transición médica, pero no perderá altura en absoluto. En deportes como baloncesto esa ventaja no se mitigará». ¿Entonces es injusto que las mujeres trans compitan según el género con el que se identifican?

Para Harper, no deberíamos hablar de «competencias justas» sino de «competencias significativas»: «En realidad, siempre permitimos ventajas en los deportes, ventajas para un grupo sobre otro. Por ejemplo, en el béisbol, hay ventajas de los jugadores zurdos sobre los diestros. Y ésa es una ventaja que permitimos». Pensemos también en las ventajas que los atletas del Norte Global tienen sobre los atletas del Sur Global: no sólo son deportistas que seguramente han contado con un mayor apoyo en términos de presupuesto por parte de instituciones u organismos, sino que también habrán tenido condiciones de vida que distan mucho del nivel de vida que predomina en los países precarizados; ni hablar de la cultura deportiva que se promueve e inculca en aquellos países frente a los del Sur. 

No obstante, añade la especialista, también es cierto que en deportes como el boxeo, no se permite que atletas de peso pesado entren al ring con boxeadores de peso mosca: «Y ésta es la diferencia importante: podemos tener competencia significativa entre jugadores de béisbol zurdos y diestros, pero no entre grandes y pequeños boxeadores». ¿Y qué pasa con la halterofilia?, ¿es imposible tener una competencia significativa entre mujeres cis y mujeres trans?

Al respecto, Harper defiende «que la halterofilia esté dividida en diferentes pesos significa que la diferencia entre las mujeres trans y las demás esté mitigada»; señala incluso que tan Hubbard no está en condiciones de ventaja, que podría ser derrotada por la china Li Wenwen. «Ella puede vencer a Laurel», afirma. Según recoge el periodista Aníbal Santiago, con 21 años «Wenwen tiene múltiples records mundiales y en la suma de los dos modalidades olímpicas, arrancada (levantar las pesas de un tirón) y envión (en dos tiempos), es capaz de levantar un total de 335 kilos, mientras Hubbard promedia un acumulado de 285».

Por otro lado, las mujeres cis también pueden llegar a tener ventajas frente a sus competidoras trans; Joanna Harper lo explica de la siguiente manera: «Las mujeres trans tienen cuerpos más grandes, ahora con una masa muscular y capacidad aeróbica reducida; eso puede generar desventajas en cosas como la rapidez, la resistencia. A modo de analogía, es como tener un auto grande con motor pequeño contra un auto pequeño con motor pequeño».

La especialista insiste en que no hay indicios sobre de qué manera pueden traducirse estas desventajas, pues no hay estudios sobre ello y la investigación es temprana. Ni en Río, ni en Londres, ni en Beijing, ni en ningunos Juegos antes se contó con la participación de una atleta trans, aunque ya se preveía la presencia de la jugadora de vóley brasileña Tifanni Apreu o la levantadora de peso Laurel Hubbard, de Nueva Zelanda, para este Tokio 2020.

La física clínica subraya: «No hay indicios de que las mujeres trans estén cerca de “apoderarse” del deporte femenino, no está sucediendo ahora. No es probable que suceda en el futuro». Por el contrario, señala, para las deportistas trans obtener una victoria es sinónimo de ponerse en el ojo del huracán: «Existe una norma general: las mujeres trans son bienvenidas en las competiciones siempre y cuando no ganen».

Por todo lo anterior, Joanna Harper concluye: «La pregunta importante no es: “¿Tienen ventajas las mujeres trans?” Lo que realmente importa es que las mujeres trans y cis pueden enfrentarse entre sí en una competencia deportiva significativa».

La conclusión de Harper es importante, puesto que en el contexto actual hay gobiernos que han aprobado leyes (o se encuentran impulsándolas) para impedir que mujeres y niñas trans participen en competencias deportivas escolares según el género con que se identifican, sin importar si dichas competencias son realizadas únicamente por ocio.

«(Estxs políticxs) aseguran estar tratando de salvar los deportes que practican las mujeres cisgénero. Pero a la par también legislan para limitar la vida de las personas trans de otras formas. Esos son sus verdaderos colores».

A pesar de lo antes expuesto, entiendo que hay un amplio sector de la sociedad bastante cerrado a escuchar y tratar de entender argumentos, al partir de prejuicios misóginos y transfóbicos arraigados desde la infancia. Entre dicho sector, hay voces que en redes sociales suelen recurrir al caso Fallon Fox, una boxeadora trans que incluso ha tenido que a desmentir una fake news sobre una imagen/montaje en la que ella aparecía junto a una presunta rival herida… pero en realidad se trata de una mujer con la que ni siquiera ha competido.

Señalan también las críticas que es “evidente” que las mujeres trans ganen en competencias deportivas. Sin embargo, no es sino hasta 2021 que contamos con la presencia de una atleta trans visible en unos Juegos Olímpicos: no hay tal fenómeno como el llamado “borrado de mujeres en los deportes”

La solución no está en elaborar una propuesta separatista, como irracionalmente esgrimen las voces transfóbicas: no hay tantas mujeres trans como a veces parece en los medios. Al reportarse las noticias en televisión o internet, la presencia de mujeres trans causa revuelo, es la sensación, pero somos menos del 1 por ciento. ¿Hay las suficientes atletas trans de cada disciplina para realizar torneos y competencias de este estilo? ¿Y si los deportes de mujeres cisgénero tienen menos audiencia, qué pasaría con los deportes de personas trans? Insisto, me parece que éste no es un asunto de blancos y negros.

¿Y si en lugar de cuestionar a las atletas trans y descalificarlas en lo personal y a partir de discursos transfóbicos dirigimos nuestra mirada hacia unas reglas históricamente misóginas, racistas, transfóbicas y discriminatorias?, ¿podríamos pensar que otra forma de competir más allá del género es posible?