De “Duda Razonable” al abandono de migrantes en Plaza de Armas

En Plaza de Armas, justo frente a las instalaciones del Palacio de Gobierno, TSJ y Congreso local se manifiestan migrantes y familiares de los protagonistas de “Duda razonable” en protesta por un sólo motivo: la violación a los derechos humanos de los indocumentados y de los detenidos que protagonizan la serie de Netflix, respectivamente

En Plaza de Armas, frente a la monolítica representación de los tres poderes, el Palacio de Gobierno, Tribunal Superior de Justicia y el Congreso del Estado, ni más ni menos, hay una crisis migratoria y humanitaria en progreso, además de una protesta ante una presunta violación a los derechos humanos que recientemente alcanzó las pantallas de todo el país, entre otras muchas inconformidades ciudadanas.

La sensación térmica es de 33 grados a la sombra, y aún no es mediodía; en las fuentes de la explanada, un grupo de niños provenientes de Sudamérica se refresca. Los arcos son campamento de migrantes, y la sombra de los escasos árboles sirve de refugio temporal ante los despiadados rayos del sol.

Cerca del recinto del Ejecutivo estatal, amigos y familiares de Héctor, Juan Luis, Darwin y Gonzalo, implicados en el caso de presunto secuestro expuesto en el documental de Netflix, “Duda Razonable”, protestan debido a que la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) no investigó los señalamientos de tortura y declaró archivado el caso. En la bocina que han llevado suena una canción que el grupo Los Pachamama compuso para ellos:

Todo el silencio en mi

Guarda recuerdos de aquello

Que fui…

Cuando se podrá acabar?

Cuando volveré a mi hogar?

No sé no sé…

A los africanos “nadie los entrevista”, según su propia queja, debido a la barrera del idioma. Son cerca de una veintena de congoleses, llevan el color de la profunda noche africana sobre la piel. Son hombres de mediana edad; varios jóvenes, y mujeres que vienen con sus hijos a cuestas desde el otro lado del mundo. Hablan francés y uno que otro mastica el inglés.

“Nous avons parcouru plusieurs pays et maintenant nous sommes bloqués à Tabasco”, dice uno a quien llamaremos Pierre, quien se queja de haber atravesado tantos países, entre ellos Camerún, Estambul, Panamá y el resto de centroamérica, hasta México, y todo para terminar varados en Tabasco.

Con la llegada de la prensa, súbitamente, todos se reactivan. Las mujeres se levantan y quieren tomar la palabra; señalan que los niños no tienen qué comer, que deben soportar dormir a la intemperie y pasar hambre. Las autoridades migratorias mexicanas no han hecho más que entorpecer su camino rumbo a los Estados Unidos.

“Somos la misma sangre”, interrumpe un hondureño, pequeño, de piel muy blanca y ojos claros, que resalta entre el resto de los migrantes. No, no es un promocional de Benetton.

“Nous avons subi des violences, nos passeports ont été volés, nous avons été battus, des femmes maltraitées”, dice Antoinette, quien relata los abusos y violencia que han sufrido en los distintos territorios que han atravesado, con excepción de México. “Aquí la violencia ha sido otra”, afirma desde su abandono, desde el limbo legal en el cual permanecen desde hace tres días, y el cual los mantiene como prisioneros en un lugar en el que “no nos queremos quedar”.

“Nos iban a dar respuesta sobre nuestra visa, porque nos rompieron nuestros documentos en ciudad Acuña, un salvoconducto para recorrer México, y los de migración de esa ciudad y de la Guardia Nacional nos destruyeron nuestros documentos. Desde allá nos advirtieron que nos deportarían. Nos subieron a todos en un avión y ahora aquí estamos, en Tabasco”, señala uno de los hondureños, con marcado acento. Usa gafas negras de corredor.

De ese lado de Plaza de Armas, este grupo, integrado por al menos seis familias, mata el tiempo en la sombra. A lo lejos, una madre expurga los piojos de la cabeza de su hija, junto a un bidón de agua, vacío. Aquí y allá hay lazos amarrados de donde se puede, del que cuelgan la ropa que recién lavaron con el agua de las fuentes.

“Aquí dormimos y aquí comemos y hacemos nuestras necesidades”, dice otro señalando la entrada al estacionamiento que está en el sótano de la plaza.

Ayer tuvieron acercamiento con los diputados del congreso local, pero según ellos, pasó lo de siempre. “Hicieron como que nos escucharon, pero hasta ahora, nada”, dice uno.

Y añade:

“No piensen que nos queremos quedar en su país, y mucho menos en su estado. Sabemos que la economía aquí está muy mal, hasta para ustedes. Lo que queremos es que nos devuelvan nuestros documentos para poder seguir nuestra travesía”.

Tres niños duermen sobre una colchoneta. El calor sube en ondas que distorsionan la atmósfera irradiando desde el suelo. La madre y su niña sonríen para la cámara; el padre se acerca corriendo y posa junto con ellos para la foto familiar.

Vientos de la soledad

Soplan sobre mi verdad

Que haré?

Hilos de la libertad

Tejen el futuro que soñaré

Dicen los que lo sufrieron que fue un operativo policíaco, en el mal sentido del término.La desgracia los hermana, sin importar su procedencia o su idioma o color de piel.

“Estábamos de paso por ciudad Acuña, Coahuila, cuando llegaron los de Migración y la Guardia Nacional. De inmediato nos quitaron la documentación, el dinero, porque llevábamos dólares, los teléfonos celulares, las mochilas, todo. Así fue como nos hicieron presos, nos pusieron en un avión y nos dejaron abandonados aquí en Tabasco. Ahora no podemos irnos, ni a Estados Unidos, ni regresar a nuestros países de origen. ¿Qué vamos a hacer?” se pregunta Rosario, de origen Venezolano, varada con su hijo y su hermana.

“Hacemos un llamado a las autoridades mexicanas, a Migración, al gobierno de Tabasco, para que nos ayuden a resolver nuestra situación. Estamos viviendo un infierno… en este lugar, ahora ya sabemos que le llaman el infierno verde”, añade.

Cerca de ella, una mujer recaba nombres y firmas que va a cumulando en hojas de papel. Más allá, los familiares de los presos cuyo caso aborda el documental “Duda Razonable” enarbolan pancartas y hablan con los reporteros, con la gente que se acerca. Por su parte las mujeres congolesas permanecen juntas. Una de ellas, de blusa floreada, hace la señal de la Victoria cuando le tomo una foto con mi teléfono celular.

Dudas que sin razón

Dictan todo lo que no fue

Que haré?

Vivo en la inocencia

Amarrado aquí

Sin voz, sin ti

elheraldodetabasco