Peligra el verano en Europa

BEATA WOJNA

Julio y agosto son los meses más especiales para viajar por Europa. La movilización de turistas en todo el Continente durante las semanas más calurosas del año tiene atributos característicos en toda la región: hay ciudades que casi se paralizan porque tanto empleados de oficina como estudiantes abandonan masivamente sus espacios habituales e inundan las playas y los sitios de interés histórico y cultural.

La pandemia de COVID19 lo cambió todo. El freno que supuso la cancelación de miles de vuelos y el cierre durante más de un año de todos los cruceros significaron el desplome del sector turístico en Europa, con miles de empleos afectados y cientos de empresas al borde del colapso. Recordemos que antes de la pandemia el turismo generaba casi el 5% del PIB europeo y dejaba anualmente alrededor de 570 mil millones de dólares. El 40% de los ingresos mundiales por turismo se quedaban en Europa.

El establecimiento del Certificado Digital Verde, llamado popularmente el pasaporte de vacunación y la apremiante necesidad de reabrir este sector en 2021 tiene un componente central: salvar el verano europeo. El objetivo es evitar un segundo colapso del sector. El problema, sin embargo, es que, si bien los europeos requieren urgentemente esta reapertura, miles de voces se manifiestan contra el regreso del turismo masivo destructor, al que empiezan a ver como una maldición.

Según el informe de la Organización Mundial de Turismo, en 2019 llegaron a Europa 710 millones de turistas, casi la misma cantidad que el número de habitantes de este pequeño continente. Eso equivalía al 50% de las llegadas internacionales de turistas en el mundo. Hordas de jubilados; centenas de turistas chinos; cruceristas que arribaban por miles; y miles de estudiantes con presupuesto bajo empezaron a hacer estragos en sitios de fama mundial, como Sevilla, Roma, París, Venecia, Cracovia o Barcelona. Últimamente, en lugares como Venecia la población se ha manifestado contra el arribo de grandes cruceros, que lucen imponentes frente a la escena urbana de la arquitectura renacentista, tan característica del lugar.

La paradoja para resolver en el futuro para Europa no será sencilla. La recuperación económica depende en gran medida de cómo se logre reabrir este vital sector. No obstante, el clamor para evitar la destrucción de sitios icónicos es también mayúsculo. ¿Serán cupos lo que resuelva el problema? ¿o acaso todo debemos dejarlo al sistema de precios y hacer más caros e inaccesibles espacios que todo mundo quiere conocer?

Hay sitios como Altamira, en España, donde las famosas cuevas de las pinturas rupestres tuvieron que ser cerradas por el daño del turismo masivo. En su lugar, Cantabria acondicionó una réplica, a unos metros de distancia. Quizá ese ejemplo nos da una luz sobre cómo resolver la problemática, al menos en algunos casos. Por lo pronto, vamos a Polonia, a experimentar cómo se recupera el turismo en este país centroeuropeo.