Mélenchon, el eterno disidente de la izquierda
A sus 70 años, el ex militante socialista y candidato de Francia Insumisa es el tercero en las encuestas por detrás de Emmanuel Macron y Marine Le Pen
Érase una vez una liebre y una tortuga que hicieron una apuesta. La tortuga dijo: “Llegaré antes”. La liebre, muerta de risa, le contestó: “Estás loca”, y tan confiada estaba que se durmió y perdió la carrera. Jean-Luc Mélenchon, candidato al Elíseo, se identifica con la tortuga de la fábula de La Fontaine.
“Sí, soy una tortuga sagaz: avanzo lentamente hasta agotar a las liebres”, reivindicó en un mitin el pasado febrero, y en la página web que resume su programa aparece un diminuto caparazón verde.
Mélenchon lleva a sus espaldas, más que su casa, su vida entera. Tiene 70 años y es la tercera vez que se presenta a las elecciones francesas. Sus contrincantes admiten que es un gran orador, pero también un cascarrabias.
En tercera posición en las encuestas, el líder de Francia Insumisa lleva semanas acortando las distancias que lo separan de Marine Le Pen, colocada en segunda posición después de Emmanuel Macron.
Pero para que la “tortuga” llegue al duelo final tiene que convencer al electorado de la izquierda moderada (entre ellos, a los socialistas, cuya candidata no aspira ni al 3% de los votos) y, sobre todo, movilizar a los abstencionistas.
Nieto de un español e hijo de marroquíes (su madre era profesora en barrios marginales de Tánger), aprendió muy pronto qué la vida depende del lugar en el que se nace. Mélenchon, sordo de nacimiento, ha contado que en el colegio solían decirle que “estaba siempre en la luna”. Cuando tenía 11 años, su familia regresó a Normandía y descubrió lo que era la nieve y el odio al extranjero. “No sabía lo doloroso que sería.
Se reían escuchándonos hablar”, relata en el libro autobiográfico La elección de la insumisión, escrito a partir de entrevistas con el periodista Marc Endeval. Conocido por sus estallidos de cólera, el más sonado tuvo lugar en 2018, cuando durante un registro policial en la sede de su partido, gritó a la policía: “¡La República soy yo!”. Para justificar su reacción, dijo después que se debía a su “temperamento mediterráneo”.
LA GUERRA Y EL VOTO ÚTIL
Mélenchon estudió Letras y Filosofía.Trabajó como corrector en una imprenta, en una gasolinera, dando clases de francés y ejerciendo el periodismo, lo que no evitó años después sus sonados ataques a la prensa. Pasó del comunismo al socialismo (donde militó casi 30 años) y en 1986 se convirtió, con 35 años, en el senador más joven de Francia. Fue ministro en el gobierno de Lionel Jospin y eurodiputado durante 8 años.
Eterno disidente de la izquierda, creó un partido que así se llamaba, con el que se presentó a las elecciones de 2012. Cinco años después, en 2017, se presentó como candidato de una nueva plataforma, Francia Insumisa, que aún lidera. En 2022, Mélenchon tiene un objetivo: enfrentarse a Macron. Sería la primera vez que un candidato de la izquierda -más fragmentada que nunca, con 6 candidatos- se cuela en la gran final desde hace 10 años.
Autor de 19 libros, el más conocido se titula La era del pueblo y es un alegato de la Revolución Ciudadana que llevó al poder al ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, uno de sus referentes, junto a Lula da Silva o el fallecido Hugo Chávez. Precisamente, en sus posturas en política exterior radica el mayor obstáculo en la carrera al Elíseo. En una campaña presidencial marcada por la guerra de Ucrania, Mélenchon ha sido muy cuestionado por no haber criticado públicamente a Putin. Días antes de la invasión de Ucrania incluso llegó a afirmar que “el único agresor es la OTAN”, una organización de la que siempre ha renegado.
Tras salir a la luz las atrocidades cometidas por el ejército ruso en la localidad de Bucha, Mélenchon dijo en Twitter que eran “crímenes de guerra” y que “los responsables rusos debían responder”. Es difícil adivinar si su postura respecto a Rusia le hará perder votos o más bien lo contrario. Sin ir más lejos, la guerra en Ucrania ha disparado los precios y eso ha beneficiado de alguna forma a Mélenchon que lleva meses -si no son años- hablando de la pérdida del poder adquisitivo de los franceses. El que autoproclama “defensor” de las clases populares también quiere adelantar la jubilación a los 60 años, subir las pensiones e incrementar el salario mínimo.
Mientras la candidata socialista Anne Hidalgo y el ecologista Yannick Jadot reniegan del “voto útil” para Mélenchon, a quien acusan de ser “complaciente con los dictadores”, él, como buen disidente, prefiere hablar de “voto eficaz”.
El impulsor de los mítines holograma e inventor, en esta campaña, de los discursos “olfativos”, ha afirmado que “no tiene la vanidad de creerse eterno” pero también que “nunca abandonará la política”. ¿Contradictorio o ambicioso?
Hay otra fábula de la Fontaine, menos conocida, en la que una tortuga que quiere conocer mundo abandona su caparazón. Dos patos se ofrecen a darle un paseo por los aires. Cogen cada uno un palo por un extremo y le dicen a la tortuga que se agarre a él con los dientes. “¡Mirad, la reina de las tortugas!”, gritan los patos. Y entonces la tortuga, en pleno vuelo, abre la boca y dice: “!La reina, sí señores!”, justo antes de estrellarse contra el suelo. La moraleja, este domingo.