Descubren el interruptor cerebral de la ansiedad

Un estudio español ofrece pistas sobre nuevos tratamientos contra la ansiedad.

Un grupo de investigadores del CSIC y de la Universidad Miguel Hernández logró identificar un pequeño conjunto de neuronas en la amígdala que desencadena conductas relacionadas con la ansiedad. Este hallazgo abre la posibilidad de desarrollar terapias más precisas, aunque por ahora solo está comprobado en ratones.
La amígdala participa en la regulación emocional, por lo que un desbalance en esta región puede alterar la conducta. Durante su investigación, los científicos analizaron el gen GRIK4, responsable de regular parte del sistema de mensajería neuronal. Cuando este gen se expresa de manera excesiva, el cerebro produce más GluK4, una proteína vinculada con respuestas ansiosas.
Los ratones que presentaron niveles elevados de GluK4 evitaron espacios abiertos, mostraron retraimiento social y desarrollaron señales similares a la depresión. Incluso tuvieron dificultades en tareas básicas de memoria, como reconocer objetos familiares, lo que sugiere un impacto más amplio en el funcionamiento cerebral.
Luego, el equipo recurrió a técnicas de edición genética para reducir las copias sobrantes del gen GRIK4 y equilibrar la producción de GluK4. Tras este ajuste, los ratones recuperaron comportamientos normales: disminuyó la ansiedad, mejoró su conducta social y desaparecieron signos de depresión. Según los investigadores, un cambio relativamente pequeño bastó para revertir la mayoría de los síntomas.
El estudio también permitió identificar un tipo específico de neuronas en la amígdala cuya actividad desbalanceada resulta suficiente para alterar la conducta emocional. Cuando estas neuronas volvieron a funcionar de manera regular, el comportamiento de los animales se estabilizó. Sin embargo, aún fallaron en tareas de reconocimiento de objetos, lo que indica que otras áreas del cerebro también participan en procesos ligados a la memoria.
Aunque los experimentos se realizaron únicamente en ratones, los científicos señalan que estos modelos suelen reflejar mecanismos comparables a los humanos. No obstante, aún deben confirmarse los mismos efectos en personas antes de plantear aplicaciones clínicas.
Los autores consideran que este avance permite imaginar tratamientos más específicos. En lugar de intervenir en todo el sistema nervioso, sería posible dirigir terapias hacia circuitos localizados que regulan la ansiedad. Esto podría ofrecer alternativas más precisas y con menos efectos secundarios que los tratamientos actuales.
Por ahora, el estudio representa un paso importante hacia la comprensión de los circuitos neurobiológicos que influyen en los trastornos emocionales y abre nuevas rutas de investigación para desarrollar terapias futuras.
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