Israel sacrifica su economía y opta por endurecer el confinamiento: “El objetivo es salvar vidas”
Tras llegar a un récord de 7.000 contagios diarios, el Gabinete israelí aprueba un cierre de dos semanas para frenar la segunda ola. Se limitarán también las plegarias y las manifestaciones.
Tras el éxito primaveral y el fracaso estival en la contención del coronavirus, Israel comienza un duro otoño marcado por una crisis sanitaria y económica sin precedentes bajo una segunda ola plasmada este martes en el récord de contagios diarios rozando los 7.000. Con este dato en la mesa y pese a sus numerosas discrepancias, el Gobierno israelí ha votado esta madrugada a favor del endurecimiento del confinamiento que arrancó el pasado viernes con tantos agujeros que parecía un queso Gruyère con mascarilla.
El cierre general-a partir de este viernes hasta el 11 de octubre y más hermético que el de hace medio año- busca contener el rebrote aunque suponga un severo daño a la economía incluso en dos semanas con menos días laborales debido a las festividades judías. Las nuevas limitaciones se amplían de forma significativa en el sector público y privado (cierre de lugares de trabajo y centros no esenciales, comercios, etc), el transporte público (servicios mínimos), el Aeropuerto Ben Gurion (prohibición de los vuelos de salida excepto casos de emergencia) y en dos asuntos que alimentaron las tensiones internas especialmente en la dividida coalición de Gobierno: plegarias en las sinagogas y sobre todo las manifestaciones semanales contra el primer ministro Benjamín Netanyahu en Jerusalén.
En ambos casos, el nuevo confinamiento establece grupos de un máximo de 20 personas guardando dos metros de distancia en espacio abierto y a solo un kilómetro de sus domicilios. En este sentido, la excepción puntual tendrá lugar en la jornada más sagrada de la religión judía Yom Kipur (de este domingo por la noche a lunes noche) en la que se podrá rezar en las sinagogas pero con un aforo reducido de 10 personas.
“Nos encontramos en el momento de la verdad. La segunda ola golpea en todo el mundo y también a nosotros. En los últimos días, los expertos nos han dicho que si no tomamos medidas duras e inmediatas llegaremos a la boca del abismo. El objetivo es salvar muchas vidas en Israel”, afirmó Netanyahu a sus ministros antes de la votación señalando que en dos semanas el cierre se aliviará “en función a los datos de contagios”.
Con 6.923 nuevos casos diagnosticados este martes en una población de 9.246.000 habitantes, Israel presenta un porcentaje de positivos del 11,7%. Cabe recordar que hace exactamente un mes (23 de agosto) se notificaron 504 nuevos casos.
En sus apariciones televisivas, Netanyahu suele recordar su rápida reacción en marzo para evitar la extensión del virus (cierre del espacio aéreo, limitaciones y confinamiento) y referirse al número relativamente reducido de fallecidos desde entonces (1325) pero ahora debe lidiar con una vertiginosa tendencia negativa en especial en lo que respecta al número de enfermos graves: 657 (entre ellos 161 bajo respiración artificial). El 23 de agosto, los enfermos graves ascendían a 398. Ese día, el número de contagiados en su conjunto desde el inicio llegaba a los 101.000. Un mes después, es más del doble (204.690).
“Realmente tenemos mucho más trabajo que antes pero no veo nervios o pánico”, cuenta a EL MUNDO el paramédico Idan durante la visita a un domicilio en Jerusalén. El temor es que la situación se descontrole de tal forma que muchos hospitales lleguen a una situación de serias dificultades para dar servicios satisfactorios a todos sus pacientes, tengan o no el virus. Además, alrededor de 4000 miembros del personal sanitario se encuentras en cuarentena. “Según el modelo que estudiamos, en el escenario optimista llegaremos a los 900 enfermos graves en un plazo de dos semanas independientemente de si hay hoy cierre o no. En noviembre se podría llegar a los 3500 enfermos graves”, avisa el profesor Eran Segal del Instituto Científico Weizmann.
LA POLARIZACIÓN INTERNA DIFICULTA DECISIONES
El fracaso ante el virus en los últimos tres meses tiene muchos padres. En primer lugar, la dubitativa y lenta gestión de la heterogénea coalición de Gobierno formada tras los comicios del 2 de marzo. Los dos bloques-la derecha liderada por Netanyahu y el centro izquierda de Azul y Blanco liderado por Benny Gantz – protagonizan maratonianas y disputadas reuniones para pactar medidas que en algunos casos son modificadas en el último momento. La amenaza permanente de nuevas elecciones a las que Netanyahu podría promover para evitar que Gantz sea primer ministro el próximo año según el acuerdo de rotación y las manifestaciones de protesta en su contra por corrupción (el juicio por soborno, fraude y abuso de confianza se reanuda en enero) elevan la crispación y desacuerdos en el Gobierno retrasando las decisiones para combatir la pandemia.
Otros motivos son la rápida y amplia desescalada en mayo que desató la cadena de contagios (especialmente debido a bodas y vuelta a las aulas) y la falta de concientización en la calle ante el peligro del virus.
Por último, el Covid-19 se aprovecha de la polarización (a favor y en contra de Netanyahu) y la sectorialización de una sociedad en la que cada sector denuncia privilegios de los otros durante el confinamiento. Los ultraortodoxos avisaban que no es justo que no les permitan rezar en masa en las sinagogas-especialmente en la fase más sagrada del calendario judío- mientras miles de manifestantes se reúnen cada semana en Jerusalén para protestar contra Netanyahu. La mayoría laica denunciaba que las limitaciones son menos severas con los más religiosos debido a la presión política que ejercen los dos partidos jaredíes en el Gobierno y en especial en Netanyahu.
“Defiendo el derecho de la manifestación pero no puede ser que los ciudadanos pasen las festividades en sus casas en solitario mientras miles se manifiestan en Jerusalén”, denunció Netanyahu en la reunión del gabinete. Ministros del bloque de centro izquierda le acusaron de “pensar y ocuparse solo en evitar las manifestaciones ante su residencia en Balfour”. El ministro de Finanzas Israel Katz y el coordinador en la gestión de la pandemia, Dr. Ronni Gamzu, se opusieron al cierre tan amplio de la economía tal y como fue aprobado al amanecer.
El rabino David Yosef apoya el cierre de las sinagogas durante el confinamiento:”Si se puede rezar en un espacio abierto, mejor y si no pues cada uno en su casa. El valor de la vida es primordial”. Varios líderes religiosos, sin embargo, condicionaron el cierre al cese de las aglomeraciones en las manifestaciones.
“En un Estado democrático, el derecho a la manifestación es sagrado. La petición de rezar como ha hecho el pueblo judío durante miles de años es también sagrado y justo”, tuiteó Gantz por la mañana antes de añadir: “Pero no es menos importante, sobre todo en momentos de crisis nacional, el derecho a la salud y seguridad. Entre todos estos derechos debemos hacer un equilibrio”.