La desigual resaca en Israel y Palestina tras la era Trump

El liderazgo palestino celebra la marcha de Trump mientras Israel teme que Biden ceda ante Irán volviendo al acuerdo nuclear abandonado por el aún presidente.

Poco antes de la guerra de 1973, un jovencísimo senador estadounidense llamado Joe Biden visitó la zona y se reunió incluso con la primera ministra israelí Golda Meir. Medio siglo después y ya como presidente, deberá tomar decisiones sobre un Oriente Próximo muy diferente.

Su victoria ha sido recibida con sentimientos encontrados en Israel que por un lado le considera un “viejo amigo” y, por otro, prefería la continuidad de Donald Trump. En una sociedad tan dividida, es de consenso definir a Trump como el inquilino de la Casa Blanca más proisraelí a raíz del traslado de la embajada a Jerusalén, el reconocimiento de la soberanía israelí en la meseta del Golán ocupada en la guerra del 67, la política de “máxima presión” ante Irán y la intervención para la firma de los históricos acuerdos de Israel con los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Sudán.

En el campo palestino, las sensaciones oscilan entre la satisfacción, alivio y euforia. No por la llegada de Biden sino por la marcha de Trump que para el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abu Mazen, era una cuestión de ser o no ser. Cada vez más aislado, el veterano dirigente deseaba desesperadamente el relevo presidencial para pasar página a cuatro duros años en los que la causa palestina fue completamente relegada no solo por Washington sino por importantes capitales árabes.

Abu Mazen y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afrontan una resaca muy desigual del mandato de Trump que para el primero fue una pesadilla y para el segundo un sueño hecho realidad.

EL SUEÑO ISRAELÍ
“Trump ha sido quizá el presidente más proisraelí en la historia de EE.UU pero Biden tiene también a Israel en el corazón. A diferencia de los sectores más izquierdistas de su partido, Biden se siente comprometido sinceramente con la seguridad de Israel”, comenta el ex embajador israelí en Washington, Michael Oren, que fue testigo de excepción de la pésima relación entre Netanyahu y el presidente Barack Obama que tenía como número dos a Biden. “Con todas sus simpatías a Israel reflejadas en votaciones en el Senado, Biden tiene una posición muy diferente a la del Gobierno israelí sobre el acuerdo nuclear iraní o la cuestión palestina”, añade sobre un dirigente que en el pasado se definió como “sionista”.

Aunque recuerda que conoce a Biden desde hace 40 años, Netanyahu no podrá emular la estrecha alianza estratégica, política e incluso electoral que mantuvo con Trump demostrada por ejemplo con anuncios relacionados con los palestinos (Jerusalén, colonias, plan favorable de paz…) e iraníes (sanciones y abandono del acuerdo nuclear). Trump hizo caso a Netanyahu tras la revelación del archivo nuclear secreto iraní en Teherán en 2018 a cargo del Mosad. También ayudó que el acuerdo del 2015 fuera promovido por su gran némesis, Obama.

El temor israelí ahora no está centrado en el frente palestino, en el que la negociación está estancada desde 2014, cuando Biden era vicepresidente, sino en el iraní. La previsión, confirmada por asesores de Biden, es que intentará reconstruir puentes con Teherán para regresar, con retoques, al acuerdo que garantice el freno del avance del proyecto nuclear y el levantamiento de sanciones. Casual o no, el encargado de la cartera iraní en la Administración Trump, Elliott Abrams, se reúne estos días con dirigentes israelíes, saudíes y emiratíes para promover una nueva ola de sanciones. “Esperamos que Biden sea firme ante Irán y no siga el camino de Obama”, dicen fuentes árabes del Golfo Pérsico a EL MUNDO.

LA PESADILLA PALESTINA
La victoria de Biden es la escalera esperada por el liderazgo palestino para salir del profundo pozo en el que está mientras en la superficie dirigentes árabes e israelíes sellan pactos. La primera medida palestina se vislumbra en la felicitación enviada por Abu Mazen este domingo: la reanudación de las relaciones con EE.UU tras haberlas roto en respuesta al traslado de la embajada a Jerusalén.

Mientras se va cerrando la ventana para la solución de dos Estados, los palestinos esperan que Biden reanude la ayuda económica suspendida por Trump, permita la reapertura de su legación diplomática en Washington y presione a Netanyahu para congelar o reducir la construcción en los asentamientos judíos en Cisjordania.

Biden devolverá la causa palestina al tablero regional pero no pondrá obstáculos en el camino de la normalización de relaciones entre países árabes e Israel -vista por los palestinos como “traición”- ni revertirá el traslado de la embajada. “¡No hubo nada peor que la era Trump! Su final ya es una victoria. Esperamos que Biden sea más neutral”, reacciona el dirigente palestino Nabil Shaat. En estas elecciones, no ocultaron sus preferencias. “Si vamos a vivir otros cuatro años con el Presidente Trump, que Dios nos ayude a nosotros y al mundo entero”, había advertido el primer ministro Mohamed Shtayeh.

Con todo, los palestinos no se hacen ilusiones y saben que Biden no es Obama y tiene otras urgencias antes de sumergirse en el lejano y complejo conflicto que ningún antecesor suyo ha logrado resolver.
el mundo.