Para genios …. Inversión sin confianza = 0
Hacer negocios en México es navegar en el desierto. El viento de la política siempre esta cambiando el territorio lo que implica que las leyes o dunas están en función de un proyecto temporal de país: legalidad al servicio de la ideología.
A lo largo de los años, los sexenios y las reformas nos hemos acostumbrado a ello. Como consecuencia, hemos confundido supervivencia con superación; imposición con negociación; corrupción con democracia. En este devenir, interpretar a través de la opinión o construir la sospecha como camino para ejecutar acciones que tras el susurro de la opinión pública parezcan algo natural y obvio se ha normalizado.
Como consecuencia de ello, las decisiones tomadas por las personas como cabeza de las instituciones están en función del error personal en el actuar pasado para evadir responsabilidad o, en tiempos electorales, tratar de construir el triunfo.
Es grave que en ese mismo escenario las instituciones también sean dunas en el paisaje y que uno de los tres poderes defina a la persona como más importante que el Estado.
A punta de pistola de repetir el mensaje de honestidad, eso ha pasado con quien ocupa la silla presidencial, ¿por qué no habría de serlo para quien preside el Poder Judicial? La modificación al periodo del Ministro Zaldivar no es preludio de lo que viene, sino de lo que ya es, con independencia de resultado final de este tema que, al mismo tiempo, es decisión tomada.
Bien dice Juan Gabriel que “la costumbre es más fuerte que el amor” y los mexicanos somos beduinos en el desierto: es una forma de vida, nos acostumbramos a levantarnos cada mañana, sexenio o periodo legislativo, frente a un paisaje diferente en el terreno de la legalidad y el futuro.
Vivimos de reforma en reforma imponiendo lo que elegimos como nuestra propia realidad; como consecuencia, de manera constante, nos sentimos frustrados al no poder empatar nuestra elección con los hechos. Debemos ser extremadamente cuidadosos de que no sea esa frustración la que emita nuestro voto en junio próximo.
Para sobrevivir en México necesitamos saber leer las dunas. ¿Cómo?, entendiendo su comportamiento. Hace unos días leía un estudio de la Universidad de Cambridge que señala que en el desierto las dunas se “comunican” e interactúan entre ellas. Además, encontraron que la velocidad de una duna es inversamente proporcional a su tamaño: “las más pequeñas se mueven más rápido” y “las más grandes se desplazan más lentamente”.
Lo mismo sucede con la arena y las dunas de la política y su impacto en los negocios. Las reformas que estamos viviendo parecen pequeñas, “solo una huella” para un registro y un ligero cambio en el paisaje por la rapidez con la que el “mayoriteo” las está logrando, pero pueden confundir hasta el más experimentado.
El viento del poder y la política está siendo mucho más rápido que el del sector empresarial y ciudadano. El riesgo para los primeros es que se vuelva imposible volar y con ello desmantelen la economía.
Para los segundos, que, con el movimiento de las dunas, dejemos de conocer el territorio y que la aparente comunicación sea más peligrosa que el silencio o la oposición. La transformación también es en el paisaje.