Memoria. El futuro, FE Y AMOR: LA IZQUIERDA NEOLIBERAL
La libertad siempre es libertad para los que piensan de manera diferente.
POR EMILIANO CARRILLO CARRASCO.
La diversa gama de censores o policías del pensamiento, que proceden mediante el linchamiento moral, la criminalización, la estigmatización de los díscolos, anarcoides y pequebús, todo en nombre de los más sagrados intereses de la Patria: Sin duda no son los primeros y no serán los últimos.
Hay que aprender a lidiar con ellos: enfrentándolos también, con inteligencia, audacia y mucha habilidad. Nuestra obligación es no permitir que hagan naufragar este descomunal e inédito esfuerzo colectivo.
“Su carácter humanitario estaba profundamente enraizado en el humanismo de pensadores que le precedieron, que influyeron la cultura europea en forma perdurable.
De la preocupación por la historia, la literatura y el arte de los pueblos y naciones de otros continentes recibieron estímulos. Su tenacidad en la acción, y su capacidad para abordar nuevos fenómenos y tendencias sociales analíticamente, de responder a las nuevas interrogantes sin dogmatismo, se desarrollaron en la medida en que crecieron sus experiencias dentro del movimiento organizado socialdemócrata de los trabajadores. Annelies Laschitza
La izquierda política solo en contadas ocasiones ha sabido presentar sus ideas abstractas sobre la libertad y la emancipación tanto del individuo como de la sociedad en una forma tal que resultaran comprensibles, y sobre todo atractivas para las personas menos politizadas. Frecuentemente, la izquierda política intentó compensar este defecto evocando los testimonios de los héroes de la libertad de un pasado remoto, para que eso le permitiera manifestar sus propias buenas intenciones.
Se recordaba otras personas contemporáneas: Augusto Bebel y Clara Zetkin, Wladimir Iljitsch Lenin y Augusto Sandino, Karl Liebknecht, León Trotsky, Josef Stalin y Mao Tse Tung, Patrice Lumumba, Ho ChiMinh y Frantz Fanon, queda poca presencia visible de todos ellos.
Salvo algunas excepciones. La de una judía polaca, asesinada de forma bestial en Alemania; la de un argentino, que cayó en el año de 1967 en Bolivia en las garras de sus asesinos; y la de un italiano, al que los fascistas liberaron en 1937 después de varios años de reclusión solo para dejarlo morir: Rosa Luxemburg, Ernesto «Che» Guevara y Antonio Gramsci.
Los tres no solamente materializan esa congruencia poco común entre la palabra y la acción. Y los tres pagaron sus convicciones con la vida, aunque no fueron los enemigos en su propio campo sino los del bando contrario quienes los mataron, lo cual de ninguna manera era algo que se pudiera dar por sentado en el siglo XX.
Junto a todo esto, Rosa Luxemburg y Antonio Gramsci tienen todavía otra cosa en común: nunca se encontraron en una situación en la que se prestaran al ejercicio del poder del Estado, o que sus manos quedaran manchadas por participar en un régimen dictatorial o hasta totalitario.
La socialdemócrata y cofundadora del Partido Comunista de Alemania, Rosa Luxemburgo, ya no vivió el ascenso de Stalin después de aquel enero de 1919, cuando fue derribada a culatazos, y finalmente la mataron de un tiro por la espalda. El socialdemócrata y cofundador del Partido Comunista deIalia , Antonio Gramsci, fue encarcelado en su patria a partir de 1926, hasta que enfermó de muerte.
Solo Ernesto «Che» Guevara fue un político líder en el gobierno de Cuba revolucionaria, no obstante, pronto prefirió ir a la lucha abierta que lo llevaría a la muerte, que estar presente como parte de la nueva clase dominante.
Ernesto «Che» Guevara sigue hasta hoy en día avivando la imaginación de la juventud ;Antonio Gramsci impresiona desde hace décadas sobre todo a intelectuales; sin embargo de Rosa Luxemburg, la más multifacética de los tres, la mayoría conoce únicamente el nombre y lo que le ocurrió, pero no su pensamiento ni su obra.
Y si los conocen, es casi siempre solo en forma de caricatura. Las antiguas virtudes, a las que tanto los cuartos de tortura en los sótanos como los congresos del «Partido» les arrancaron su sentido: la honestidad ante las propias acciones en el pasado y el presente; la no-simulación del propio pensamiento, y especialmente, en situaciones que puedan ser incómodas; mantener la integridad ante cualquier persona, y sobre todo ante sus adversarios.
El pasaje polaco: El veneno del nacionalismo, que libera al individuo de toda responsabilidad frente a la sociedad y que como ningún otro hace desaparecer al dominio burgués tras la dulzona niebla de una agradable auto privación del poder, era el enemigo más poderoso del grupo alrededor de Rosa Luxemburg, puesto que era internacional y conformaba la verdadera «Internacional», la Internacional del Nacionalismo.
En última instancia la posición de Rosa Luxemburg y sus amigos en la cuestión polaca condujo a un aislamiento de la izquierda en Polonia, del que nunca pudo liberarse. Quizá por eso Rosa Luxemburg ha caído simplemente en el olvido entre grandes sectores de la opinión pública polaca.
Fracasaron ante la cuestión nacional, su aversión contra todo lo nacional despejaba el camino para «echar por tierra todas las circunstancias en las que el ser humano es un ser envilecido, esclavizado, abandonado, despreciable… » Antes de la Primera Guerra Mundial existía en la social democracia europea un amplio consenso sobre la idea de que solo se podrían eliminar las injusticias sociales, pan de cada día en el capitalismo, mediante la superación del mismo.
Las contradicciones del capitalismo se agudizarían de tal manera que impulsarían
La humanidad a la barbarie. La misión del movimiento sería hacer todo lo posible con tal de evitarlo. El socialismo sería la salvación de la caída, y de ahí se desprende la fórmula: socialismo o barbarie.
El socialismo no surgiría una vez que el capitalismo se derrumbara, crecería más bien por la presión del movimiento obrero en el seno de la sociedad capitalista-burguesa. Consideraba válido entonces separarse de todas las ilusiones revolucionarias, había que perseguir solamente una política en evolución.
La sola voluntad para el cambio no era suficiente. El quehacer de la política revolucionaria exigiría reconocer estas leyes y actuar en consecuencia, es decir, acelerar en forma sostenida el avance hacia una sociedad sin explotación ni opresión. Bakunin, por el contrario, era un socialista que argumentaba con categorías morales y éticas, ubicando al individuo y a su liberación en primer lugar. Bakunin vislumbró en la voluntad de acción, alimentada por la conciencia de las escandalosas injusticias provocadas por el capitalismo, y en la agitación, elementos esenciales de la política revolucionaria.
Los anarquistas no querían emplearla huelga nada más como arma en los conflictos económicos entre el trabajo y el capital –como lo hicieron los sindicatos con inspiración socialdemócrata–más bien querían emplearla principalmente al interior dela lucha política. Algunos incluso apostaron a la huelga general como instrumento para la caída total del sistema. Con Marx y Bakunin, y más intensamente.
Es muy difícil aplicar esta máxima a la realidad actual o cualquier otra sin caer en una anuencia del Estado, hecho por demás insulso. Lo que sí se puede hacer, en cambio, es seguir completando el pensamiento de esta polaca, indicando que su apuesta por una democracia extrema incluía, por supuesto, la libertad irrestricta de expresión y asociación.
Más aún, a la preocupación de Lenin sobre la corrupción al interior del partido, ella oponía la transparencia partidaria a los decretos draconianos impartidos por el mismo: “ ROSA LUSEXBURG EL PRECIO DE LA LIBERTAD
Despierta rebaño, Día del esclavo https://youtu.be/qVGoyIZo a través de @YouTube
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