¿Un sexenio perdido para la inversión?
La inversión fija bruta realizada durante el primer trimestre de este año es comparable con la del mismo periodo… pero del año 2010.
Hay el riesgo de que lleguemos al final de 2024 con niveles de inversión equiparables en el mejor de los casos a los que teníamos en el último año del gobierno de Peña.
Las cosas podrían ser diferentes, pero tendría que darse otra historia.
La inversión fija bruta realizada durante el primer trimestre de este año es comparable con la realizada en el mismo periodo… pero del año 2010.
Simplemente, para regresar a los niveles de inversión efectuados en el primer trimestre de 2018, se requeriría un crecimiento de 17 por ciento.
Considerando un incremento de la inversión de 6 por ciento para este año; de 5 por ciento en 2022 y de 4 por ciento en 2023, aun así nos quedaríamos 1.6 por ciento por abajo del nivel del primer trimestre de 2018.
Por eso habría que esperar el último año del sexenio actual para compararse con el último del sexenio anterior.
Es decir, en cuanto a creación de capacidad productiva, este sería un sexenio perdido si se presentara ese escenario, que de por sí es optimista.
Una de las apuestas para la segunda mitad de esta administración en materia de inversión es que, en particular en la industria exportadora, se esté haciendo un uso tan intensivo de la capacidad instalada que las empresas estén obligadas a invertir para ampliarla y no perder la oportunidad de abastecer al mercado de Estados Unidos.
Sin embargo, los datos disponibles nos dicen que no son muchas las empresas que ya tienen una capacidad instalada a tope.
De acuerdo con la Encuesta de Opinión Empresarial que realiza el Inegi, en la industria manufacturera el índice de ocupación de las plantas a mayo fue de 51.3 por ciento. En mayo de 2018 había sido de 53.5 y en ese mismo mes, pero de 2012 estaba en 54.3 por ciento.
Es decir, por lo menos en las manufacturas en su conjunto, no parece haber aún presiones para tener que ampliar las plantas de manera generalizada.
Desde luego que es probable que haya empresas que sí tengan porcentajes de ocupación mucho más elevados.
De las pocas variables que ya se encuentran en un mejor nivel que el previo a la pandemia se encuentran las exportaciones de manufacturas.
El nivel de mayo de este año fue superior en 4 por ciento al que tuvimos en mayo de 2019, y en 13 por ciento al de mayo de 2018.
Con la expectativa de que continúe la recuperación en Estados Unidos, lo más probable es que el ritmo exportador siga creciendo y que, en este caso, sí se presenten mayores inversiones para satisfacer la demanda de exportaciones.
El problema que tenemos es que muy pocas entidades federativas concentran la capacidad exportadora.
De acuerdo con los datos que ayer ofreció el Inegi, los estados fronterizos: Chihuahua, Coahuila, Baja California, Nuevo León, Tamaulipas y Sonora (en ese orden) concentran 57 por ciento de las exportaciones totales.
Si adicionalmente suma a los estados del Bajío y Jalisco, suman otro 21 por ciento.
Es decir, entre esas dos regiones se concentra 78 por ciento de las exportaciones del país, mientras que otras 19 entidades de la República apenas reúnen 22 por ciento del total.
Esto quiere decir que, si efectivamente el impulso exportador detonara las inversiones de las industrias exportadoras, éstas probablemente se concentrarían en 13 estados de la República, mientras que otras regiones seguirían rezagadas.
Es decir, es probable que una de las características de la recuperación que tendremos –si ésta prosigue– será su gran desigualdad.
Para ver un crecimiento generalizado de la inversión en el país probablemente tengamos que esperar que el crecimiento se generalice y adquiera profundidad, lo que no se ve viable en este sexenio.
Como le decía antes, podría haber otra historia si las políticas públicas de los próximos tres años fueran favorables para la inversión privada.
Pero, por lo pronto, ese escenario no se ve en el horizonte.