La pesadilla de las vacunas
No hay información pública que permita saber con exactitud lo que ha hecho el gobierno mexicano con la vacunación.
Los resultados preliminares sobre las vacunas incapaces de resistir la variante ómicron que dio a conocer este lunes el periódico The New York Times, deben encender las alarmas en prácticamente todo el mundo, incluido México. La mayoría de su portafolio de vacunas anti-COVID se apoyó en vacunas no reconocidas por la Organización Mundial de la Salud, o en algunas que carecen de la eficacia esperada, a decir de los investigadores, que llegaron a esas conclusiones preliminares a partir de experimentos en laboratorios, que como observó el diario, aunque no capturan el total de la respuesta de inmunidad y no establecen el patrón del efecto en poblaciones reales, los resultados son sorprendentes.
Ómicron, aún en espera de estudios concluyentes, ha probado un nivel de contagio más rápido que la variante delta, y pese a que no hay elementos todavía para pensar que sea más letal, el que se esté propagando velozmente por el mundo, señaló el domingo el zar del coronavirus de la Casa Blanca, Anthony Fauci, la hace igualmente peligrosa. Con la llegada hoy del invierno se espera una nueva ola en Estados Unidos, y en Europa varios países cerraron fronteras y endurecieron sus restricciones de viaje. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador está en otra cosa, peleándose con el Instituto Nacional Electoral por el aplazamiento de la consulta para la revocación de mandato.
Esta actitud no es nueva. Los únicos temas importantes en Palacio Nacional son las elecciones de 2022 y 2024. El Presidente, incluso, ignoró las previsiones de compra de medicamentos anti-COVID que le presentó en noviembre el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, y le pidió que hablara con la Secretaría de Relaciones Exteriores para que presentaran un plan para el próximo año con las necesidades presupuestales. Pero por semanas los ignoró. Se desconoce si en este momento hay una partida adicional para los refuerzos de vacunas –que no quería el subsecretario– y para el desafío de ómicron.
Las alertas rojas mundiales no pasan por México. Soslayar la nueva emergencia es sinónimo de irresponsabilidad, donde el extravío político de las elecciones impide al Presidente ver los riesgos y las complicaciones de las nuevas amenazas del coronavirus. Las revelaciones del Times agregan incertidumbre, particularmente en aquellas naciones donde el portafolio de vacunas es amplio. Haberlo planeado así parecía un acierto. Pero no haberse apegado a los requerimientos que exigía la Organización Mundial de la Salud, como se denunció en los medios desde que el gobierno mexicano tomó esa ruta, coloca al país en el escenario de una nación que podría sufrir mucho con ómicron.
Los resultados preliminares de los investigadores señalan que las vacunas chinas Sinovac y Sinopharm, que suman casi 50 por ciento de las vacunas distribuidas mundialmente, ofrecen una protección de casi cero frente a ómicron. Sinovac ha sido utilizada de manera intensiva en México, con 20 millones de dosis recibidas que representan 10.36 por ciento del portafolio de siete vacunas. Sinopharm no es una vacuna que se haya aplicado en México, pero el canciller Marcelo Ebrard anunció hace varias semanas que habían negociado con China 22 millones de dosis. Los nuevos estudios no mencionan la vacuna CanSino, que con poco más de 14 millones de dosis recibidas, comprende 7.32 por ciento del total que ha arribado al país hasta el sábado pasado. CanSino, muy empleada en la inmunización de maestros, no es reconocida por la OMS, y la experiencia en varios países sudamericanos que la aplicaron es negativa.
AstraZeneca fue la gran apuesta mexicana. Entre compras al Reino Unido, donaciones de la versión india y la fabricación conjunta con Argentina, se lograron 86 millones y medio de dosis, 44.84 por ciento del total. De acuerdo con un estudio de efectividad realizado en el Reino Unido, citado por el Times, la vacuna no tiene la capacidad para frenar la infección de ómicron seis meses después de la inmunización. La vacuna rusa Sputnik, de la cual se recibieron 20 millones de dosis, 10.36 por ciento del total, tendrá resultados similares que las otras vacunas en cuanto a frenar ómicron, anticiparon los investigadores.
México recibió en donación de Estados Unidos para aplicar en los estados fronterizos del norte a fin de agilizar los flujos comerciales, un millón 350 mil dosis –sólo se necesitaba una vacuna–, pero los estudios preliminares sobre su efectividad, publicados ayer, señalan que tampoco podrá hacer frente a la nueva variante del coronavirus. Sólo Pfizer y Moderna, del portafolio mexicano, han mostrado capacidad para enfrentar a ómicron. México recibió casi 47 millones y medio de dosis de la primera, 24.60 por ciento del total, pero se ha quedado sin nuevos suministros. De Moderna, a quien López-Gatell ignoró cuando ofrecieron su vacuna en el otoño del año pasado, se recibieron 3 millones y medio, 1.81 por ciento del total, y no hay pedidos futuros.
Cincuenta y un millones de dosis más se encuentran en la dimensión desconocida. Dentro de la opacidad reinante se encuentra también el dato de cuántas vacunas, de qué marca se aplicaron y a cuántas personas. Sólo se conoce el porcentaje de dosis recibidas, porque lo demás se maneja como un secreto de Estado, de acuerdo con el seguimiento puntual que han realizado a lo largo de toda la pandemia Elizabeth Velázquez y Manuel Lino, para Eje Central y Los Intangibles.
No hay información pública que permita saber con exactitud lo que ha hecho el gobierno mexicano con la vacunación. De acuerdo con las cifras oficiales, hasta el 12 de diciembre 61.8 por ciento había recibido al menos una dosis, mientras que sólo 50.8 por ciento tenía el esquema completo. Si comparamos el esquema de vacunación completa con las dosis de Pfizer y Moderna, menos de 25 millones de mexicanos, si se confirman los estudios preliminares revelados por el Times, enfrentarían con buena protección a ómicron. Pero casi 100 millones estarían en riesgo de contraer la variante del COVID. Con estos datos, lo increíble es que la discusión pública en México sea la politiquería y no la salud de una nación.