Obligación de los demócratas
Morena creó una cadena virtuosa en la que se fabrican más pobres que votarán por sus políticas para ayudar a los pobres, dice Fernando García Ramírez.
Morena adoptó la bandera de los pobres para hacerse del poder. Se amparan en la pandemia para tratar de explicar que haya crecido el número de personas en condición de pobreza, pero desde su primer año, sin Covid a la vista, lograron detener una economía que crecía poco, pero crecía.
Ya en el poder, con el pretexto de la preferencia por los pobres, van a querer enquistarse ahí largo tiempo. Crearon una “cadena virtuosa”: sus malas políticas fabrican más pobres que son los que votarán por sus políticas para ayudar a los pobres…
Según Coneval 45% de los mexicanos viven en la pobreza, aproximadamente 60 millones de personas. Si la gente de Morena hiciera bien su trabajo tendrían un enorme voto cautivo para ganar por su propio peso. Pero su proyecto no ha dado los resultados que ellos esperaron, por eso van por el control del INE, para ganar por la mala los votos que su proyecto de nación no les brinda.
Morena quiere contar los votos. Quiere decidir quién manda para decidir que mandan ellos. Quieren hacerlo a través de una reforma electoral que devuelva al INE a la Secretaría de Gobernación, como en los tiempos en que Manuel Bartlett se robaba a las elecciones para el PRI de Salinas de Gortari. Como no les alcanzan los votos para llevar a cabo esos cambios, ahora ensayan una segunda modalidad: que las organice “el pueblo”, que para ellos significa: que las organice Morena.
Que las organice el pueblo o la secretaría de gobernación da lo mismo ya que el que decide es uno, el presidente. Convencido de que él es lo mejor que le ha pasado a México desde tiempos de Madero, López Obrador quiere tener en sus manos el control electoral, para hacer justicia, para ayudar a los pobres, aunque, paradójicamente su número haya crecido en estos años.
Con el pretexto de la austeridad el gobierno ha tratado de asfixiar al INE, a pesar de que hay muchos funcionarios que ganan más que los consejeros. Dice que los consejeros electorales no son confiables porque permitieron el fraude de 1988 (el que organizó Bartlett, a quien el presidente respeta) y el de 2006, cuya prueba mayor consiste en una película (de Mandoki) que ellos mandaron hacer. Pudieron haber creado una comisión de la verdad para investigar ese “fraude”, no lo hicieron porque perdieron y ellos lo saben.
Controlan a la sociedad mediante la propaganda y la televisión. Raúl Trejo Delarbre ha demostrado el modo en que las televisoras están volcadas a favor del gobierno, del que siguen recibiendo centenares de millones de pesos (“La tele, con AMLO”, en La crónica, 6.XII.21). Controlan a la sociedad mediante al Ejército y la Guardia Nacional, que es Ejército con otro uniforme. Hablan de paz y abrazos, pero el Ejército que vemos en todos lados está armado. No ha disminuido la violencia criminal, ni el número de muertos, ni de masacres, ni de desaparecidos; va al alza la violencia contra las mujeres. Estados Unidos acaba de poner precio a la cabeza de varios peligrosos traficantes que México ni siquiera persigue y más bien protege. En combinación con el narco, Morena ganó varias alcaldías en los estados colindantes con el Golfo de Cortés. Ahora mismo varías ciudades son gobernadas por grupos criminales. Al gobierno eso no parece molestarle. Lo realmente molesto es perder el poder, perder las elecciones.
Controlan la propaganda sobre todo a través de la televisión, controlan al país con un Ejército maiceado, controlan un vastísimo sistema de clientelismo electoral, pero no les basta. Lo han hecho tan mal como gobierno que quieren asegurarse de que el poder no se les vaya de las manos y han encontrado que el control electoral es la vía para perpetuarse.
Una corriente importante de Morena (incluyendo su dirigencia) viene del PRI, otra del PRD, algunas más de la izquierda: ninguna tradición democrática qué presumir. Ahora se piensan la vanguardia de la democracia y para demostrarlo fingen que alguien les quiere revocar el poder cuando lo que quieren es afirmarse en él. Fingen un fantasioso ejercicio democrático. Están instalados plenamente en la mentira, inmersos en una farsa cuyo fin es la apropiación del INE.
La campaña desde el gobierno es sistemática y permanente: quieren controlar las elecciones. Desde los dardos presidenciales en el púlpito matutino hasta la horda desplegada en medios y redes, la orden es linchar al árbitro, hacerse del control electoral. Amenazan con cárcel a sus consejeros si no se pliegan al capricho del presidente.
La democracia no se agota en el acto electoral, la democracia es algo más que la suma de los votos depositados en las urnas. Desde luego. La hemos adjetivado en los últimos años de muchos modos. Pero en el fondo todo depende de ese acto simple, sencillo y poderoso que es el voto. Una persona, un voto. Los juegos de las mayorías, los contrapesos, los matices de las minorías. Una conquista a la que será muy difícil renunciar.
El INE es un órgano social, no un órgano popular. Su función es organizar a los ciudadanos para que lleven a cabo las elecciones. Su defensa, obligación de los demócratas.