Las razones del enojo de AMLO con España
El presidente exhibe una profunda ignorancia de las relaciones internacionales, en las cuales no puede haber “pausas” para luego resolver el futuro de la relación.
¿Qué es lo que está pasando por la mente del presidente López Obrador para haber propuesto poner “una pausa” en las relaciones entre México y España?
La analogía planteada por el presidente fue la de una pareja que se da un tiempo para distanciarse antes de decidir si rompen definitivamente o si hay un reencuentro.
De hecho, incluso sugirió el plazo de la “pausa”: hasta el fin de su administración.
Eso significa: ya no quiero nada con el gobierno español ni con la mayoría de las empresas de ese país. Ya después ustedes verán.
El presidente exhibe con ese señalamiento una profunda ignorancia de las relaciones internacionales, en las cuales no puede haber “pausas” para luego resolver el futuro de la relación.
No solo es ignorancia. También es soberbia.
Una persona sensata que hace un anuncio tan importante, usualmente lo consulta con sus colaboradores. Y ayer, los funcionarios de la Cancillería se enteraron de lo que anunciaba el presidente mientras sostenían una reunión de trabajo con John Kerry.
Es claro que se trató de un arranque del presidente derivado de alguna información que conoció o de las conversaciones que ha tenido con sus más cercanos.
El presidente tiene el problema de que tampoco calcula las consecuencias de algunos de sus dichos. ¿O sí?
El efecto del anuncio de “la pausa” fue crear una enorme incertidumbre en una relación intensa, compleja y de mutuo provecho entre ambos países.
Se explicó ampliamente ayer que España es el segundo país en importancia en materia de inversión extranjera directa en México con 76 mil millones de dólares acumulados, solo por debajo de Estados Unidos.
Imagine usted la incertidumbre que surgió entre los corporativos de numerosas compañías españolas que operan en México, pensando en la mera posibilidad de una ruptura de relaciones entre ambos países.
Por eso preguntaba si no será la generación de esa incertidumbre el objetivo de AMLO, que juzga que las empresas españolas vienen “a robar”.
Desde luego que no habrá de darse tal ruptura. Apueste a que en la mañanera del día de hoy se habrá matizado la afirmación sin retractarse de ella.
Y, desde luego, no habrá ninguna notificación formal de “la pausa”, porque tal cosa no existe.
En todo caso, lo que va a existir es un enfriamiento de las relaciones ante un gobierno que se percibe hostil.
En Morena, ayer, algunos políticos trataron de arreglar las cosas explicando que “lo que quiso decir” el presidente es que no se va a tolerar el saqueo de empresas españolas.
Hay quien dice que en realidad el objetivo de AMLO es manipular la agenda pública para que ya no se hable de José Ramón López Beltrán y su casa en Houston.
Es probable que, en efecto, ese sea uno de los resultados esperados, pero no creo que sea el propósito principal.
El presidente sí tiene un problema con España, uno que no tiene que ver con relaciones económicas o políticas, sino con su visión de la historia.
El hecho de que su demanda para que las actuales autoridades españolas pidieran perdón por la conquista no se haya tomado en serio, seguramente le molestó profundamente.
El problema es que está poniendo en riesgo una compleja y densa relación construida por muchos años debido a un enojo.
Y quizás es aún más preocupante para el país la forma en la cual está tomando decisiones.
Pareciera que está excluyendo del círculo más cercano a funcionarios, políticos o empresarios que le pueden conectar con la realidad.
Y en contraste, está reuniendo en torno a sí, a aquellos que le aplauden y celebran sus ocurrencias.
El país corre grandes riesgos si así está funcionando el presidente de la República.
Ojalá se trate de una hipótesis equivocada, pues de lo contrario podemos enfrentar tiempos aún más difíciles en los próximos años.