Denuncian suicidios en penal Santa Marta Acatitla por malos tratos y abusos
Citlalli Fernández denuncia que en la penitenciaría de Santa Martha Acatitla, la negligencia, la nula atención médica y el incorrecto manejo psicológico ha orillado a que dos reclusas se hayan suicidado.
Citlalli Fernández denuncia que en la penitenciaría de Santa Martha Acatitla, donde ella estuvo presa, la negligencia de la dirección, la nula atención médica y el incorrecto manejo psicológico ha orillado a que, en la última semana, dos reclusas se hayan suicidado.
“Si no se hace nada, habrá una tercera, una cuarta…”, alerta Citlalli, fundadora del colectivo Ave Fénix, un colectivo que brinda ayuda a mujeres en reclusión.
De acuerdo con Citlalli, el pasado miércoles 1 de marzo, el colectivo recibió información del suicidio de Kony, quien vivía en el edificio E, conocido porque se permite el consumo de drogas.
Cinco días después, Paola salió en camilla del edificio A, celda 203. “Algunas versiones del penal dicen que está viva en un hospital de Iztapalapa”, cuenta Citlalli. “Pero otras dicen que, desde que la sacaron, ya iba muerta”.
El colectivo ha logrado saber que a los familiares de Paola no les habían avisado nada, hasta el martes 8 de marzo, cuando se presentaron a la visita.
“Las autoridades penitenciarias no quieren decirles una sola palabra: ni dónde ésta, ni cómo se encuentra”, dice Citlalli, quien afirma que en 2021 hubo tres suicidios en Santa Martha.
“El de una peruana, el de la señora Rebeca y el de una chica que apenas había ingresado”.
un audio, donde una ex reclusa cuenta su experiencia en la penitenciaría, desde que entró hasta que fue dejada en libertad, ocho meses después de que la arrestaran.
En una parte de su testimonio, la ex interna narra cuando una de sus vecinas de celda se quiso suicidar. Se oye en el audio: “Alcanzamos a descolgarla porque la misma jefa de custodias nos abrió la celda. Según ella, ninguna custodia podía tocarla.
Fuimos nosotras las que la desamarramos para que no muriera. ¿Imagínate que nosotras, sin saber, en vez de aflojarla se la hubiéramos apretado? Una entiende que a lo mejor somos internas de un reclusorio, pero no somos animales para estar encerradas casi 24 horas”.
El testimonio de la ex reclusa empieza con el recuerdo de su primer día: “Estuve recluida hasta el año pasado y desde que entras te obligan a quitarte la ropa. “Escoge la que te quede”, te dicen.
Es ropa sucia que tienen amontonada. De ahí te ordenan que te metas a bañar, obviamente con agua fría. Creo que es el agua más sucia que he visto en mi vida. Hay una toalla que parece como trapo viejo; está toda mojada y no puedes ni secarte.
Yo intenté secarme con las manos. Luego te meten a las changueras, que están ahí, en el área de detención. Son jaulas. A mí me tocó estar con doce personas durante cinco días”.
Ese hacinamiento trajo consigo que se contagiaran: “Una de las personas con las que vivíamos en esa changuera dio positiva, entonces nos aislaron en el área de íntimas. A la contagiada suelen tratarla inhumanamente.
Así, como bicho raro. Las íntimas son como unos cuartos de hotel de paso. Ahí nos separaron de a cinco personas en cada habitación y a la que tenía covid, se la llevaron a otra.
El ambiente estaba un poco más relajado porque éramos cinco personas en una sola cama. Así estuve 20 días sufriendo, sin saber nada, sin poder tener visitas, sin que pudieran meter mis cosas de limpieza porque estábamos en supuesto aislamiento”.
El testimonio también confirma que el servicio médico en Santa Martha es, si no inhumano, sí ineficiente: “Lo peor que me ha pasado es acudir al servicio médico.
En una ocasión se me subió tanto la presión que ya me estaba hinchando”. Mi brazo izquierdo me pesaba mucho y mis compañeras tuvieron que gritar.
Me pusieron una pastilla debajo de la lengua y fue así como me pude estabilizar. Pasó mucho rato hasta que llegaron las jefas con las paramédicos, y todavía se enojaron porque según yo no estaba tan grave.
Mis compañeras les dijeron que me dieron una pastilla y la paramédico dice: “Es que no se deben auto medicar porque con eso empeoran las cosas”.
Y mi compañera sí le dijo: “¿Entonces qué?, ¿nos esperamos a que se muera?, ¿a que le dé un infarto?”. “No pues se tienen que esperar a que yo llegue”, dijo la paramédico.
El encierro de 23 horas también ha traído problemas: “Todo aumenta: las peleas, las riñas, las loqueras.
Llega un momento en que ya no puedes con el encierro. A mí, cuando llevaba más de cuatro meses, me dieron un plan de actividades, de las cuales se supone que tienes que escoger lo que quieres estudiar, algún pasatiempo que quieras hacer: maquillaje, costura, rafia, zumba, cosas como esas.
Pero en todo el tiempo que estuve allí jamás nos sacaron para alguna actividad.
Hasta la fecha siguen sin actividades, siguen encerradas 23 horas.
Es encierro tras encierro y te vuelve loca”. La situación en Santa Martha tiene una responsable: la directora María del Carmen Serafín Pineda.
La directora se aparece solo cuando hay algún evento. Me tocó cuando Jorge Garralda fue a regalar chocolates.
La directora nos decía: “Pásenle, señoritas, pásenle, chicas, de este lado”, cuando la verdad es que nunca saluda.
Te ve de abajo para arriba y, si le diriges la palabra, te dice: “allá afuera andaban de culeras, ¿no?”, perdonando la palabra. La ex interna ruega porque su testimonio sirva para que en Santa Martha no haya más suicidios.