“Gasolina, comida y… furia”
El presidente López Obrador quiere hacer todo lo necesario para asegurar que la gasolina no suba más que la inflación.
Y eso puede salir carísimo con impactos sociales y políticos que hasta ahora no ha considerado.
Con estas palabras, titula The Economist uno de sus trabajos de la más reciente edición.
Recuerda que la inflación de la década de los 70 del siglo pasado fue propiciada por los choques petroleros, que también causaron recesiones.
El gran incremento de los precios de las materias primas que hemos visto en los últimos meses es quizás el peor desde aquellos tiempos.
El índice de los precios de las materias primas que calcula Bloomberg se ha duplicado entre marzo del 2020 y el viernes pasado.
Meses antes de la crisis del 2008, ese mismo índice aumentó en 25 por ciento.
Claro que en la década de los 70 había sido la locura, pues de 1972 a 1980 el incremento fue de seis veces.
Pero, hay que recordar que no hemos llegado aún al techo.
Si otros países, particularmente los de Europa, se sumaran a Estados Unidos al embargo a las compras de petróleo provenientes de Rusia, las estimaciones señalan que el precio del crudo podría llegar a los 200 dólares por barril.
En el caso de la comida, las alzas han sido drásticas en cereales y cárnicos, lo que producirá un incremento generalizado de precios.
The Economist recuerda que tras el encarecimiento de los alimentos en 2007 y 2008, hubo protestas en 48 países.
La “primavera árabe” que sacudió en 2010 y 2011 a diversos países del norte de África, fue una de las secuelas de esa crisis.
Es decir, más allá del significado económico que este incremento tiene, puede haber consecuencias graves en el ambiente social, pues como siempre son los grupos más vulnerables los que más padecen.
En el diseño de políticas sociales habrá un enorme desafío para muchos países.
La estrategia utilizada por el gobierno mexicano para amortiguar el impacto inflacionario puede dar lugar a enormes costos.
Por un mes completo ya se ha sacrificado el cobro del IEPS a la gasolina regular y esta semana tampoco se cobrará en la gasolina Premium.
El problema es que el subsidio a las gasolinas es uno de los más regresivos que tenemos en México. Si se mantuviera por todo el año, alcanzaría los 318 mil millones de pesos, que es lo que se consideraba recaudar con este impuesto.
Son los sectores de mayores ingresos los que adquieren la mayor parte de las gasolinas y por lo mismo son los receptores principales del subsidio que está aplicando el gobierno mexicano.
Lo sensato sería canalizar una mayor cantidad de recursos para asegurar que los sectores de menores ingresos cuenten con los volúmenes necesarios de alimentos baratos con objeto de impedir que esta ola inflacionaria vaya a crear una mayor pobreza.
El problema es que el presidente López Obrador quiere hacer todo lo necesario para asegurar que la gasolina no suba más que la inflación.
Y eso puede salir carísimo con impactos sociales y políticos que hasta ahora no ha considerado.
En este contexto, el pleito gratuito que comenzó AMLO con el Parlamento Europeo ocurrió en el peor momento posible.
Justo cuando se han presentado varios litigios con Estados Unidos y en un contexto en el que México debe elegir de qué lado está.
La impresión que tengo es que el gobierno no ha calibrado el significado de esta crisis internacional asociado a la invasión rusa a Ucrania, que considera simplemente como un evento inconveniente y no como un punto de frontera en la situación geopolítica del mundo.
Me parece que hasta que los procesos electorales le pasen factura al actual gobierno, seguirá creyendo que tiene bajo control una situación que se le escapa más de las manos cada día.