El Reina Sofía reivindica como hito del arte al Taller de la Gráfica Popular
Madrid. El grabado, pero sobre todo el mítico Taller de la Gráfica Popular (TGP), fue la creación artística de resistencia, la que combatió al fascismo, se rebeló ante el racismo estructural de las sociedades occidentales, la que denunció los abusos de los terratenientes mexicanos que financiaron movimientos tan fanáticos como el Cristero, que ahorcaba en las ramas más altas de los árboles de los pueblos a los profesores anticlericales que intentaban difundir una educación laica. Fue una época de combate, pero también, según la revisión historiográfica y estética que se muestra ahora en el Centro de Arte Museo Reina Sofía, un hito en el arte contemporáneo, una zona oscura todavía sin descubrir de la inmensa aportación que han tenido figuras como José Guadalupe Posada, Leopoldo Méndez y la alemana Käthe Kollwitz en la evolución del discurso y la conversión de la “imagen gráfica en un lenguaje universal”.
Contestatario y rupturista
La idea original de la exposición surgió hace ya más de un lustro en un seminario en la Universidad Harvard, que impartía Benjamin H. D. Buchloh, historiador del arte y uno de los máximos expertos en grabado. Ahí, en charlas que eran la antesala a su jubilación, Buchloh trasladó a sus alumnos una conclusión que había ido acuñando durante su larga trayectoria, que consistía en que había que analizar con otra mirada la aportación que había tenido en la historia del arte la obra gráfica o el movimiento que surgió a partir de la reivindicación del grabado en madera. Sobre todo, a raíz de la aparición, alrededor de 1937, del Taller de la Gráfica Popular en México, que fue un movimiento contestatario y rupturista creado por los artistas Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y Luis Arenal, en el que no sólo cuestionaban el carácter oficialista del muralismo, sino que también fueron capaces de congregar a otros movimientos internacionales que luchaban contra el fascismo, como los exiliados de España, Alemania o Francia, o los artistas en ebullición en China o Polonia, además de inspirar a otros movimientos similares en Perú, Colombia y Brasil.
Esa es la idea original de la exposición que lleva por título De Posada a Isotype, de Kollwitz a Catlett, en la que se pretende hacer una narrativa que parte de dos figuras tan inmensas como fundamentales en el arte contemporáneo: el mexicano José Guadalupe Posada y la alemana Käthe Kollwitz, ambos contemporáneos, pero con lenguajes distintos, que registraron con sus creaciones el sentir doliente de una época en la que avanzaba sin tregua el totalitarismo del fascismo. Y cómo esa dialéctica de resistencia, a la que se van sumando las culturas y expresiones populares, se va volviendo cíclica.
Rechazo en varios museos
El propio curador Buchloh, junto con la otra responsable de la muestra, Michelle Harewood, reconocieron que la idea, una vez alumbrada en ese seminario de Harvard y desarrollada en análisis e investigaciones posteriores, cobró forma en una investigación que con esta exposición ve por primera vez la luz. Aspira no sólo a reivindicar a esas figuras y a esos movimientos “centrales y cruciales en la historia de las vanguardias”, sino también a invitar a leer con otros ojos la esencia misma en la que se basaban esas corrientes contratecnológicas, que abanderaban la idea de que “lo anacrónico tiene sentido”.
Por su complejidad y por su vocación innovadora, la exposición, tal y como se muestra ahora en la pinacoteca madrileña, fue rechazada por varios museos, sobre todo alemanes, que no entendieron ni el discurso ni la trascendencia del mismo.
Ahora ve la luz en Madrid con una selección de 450 obras, en una de las muestras más complejas de los años recientes en el Museo Reina Sofía. Ocupa nueve salas divididas en cuatro grandes secciones.
Se inicia con las dos grandes figuras del grabado de finales del siglo XIX y principios del XX que se convirtieron en referentes ineludibles en el desarrollo posterior del arte gráfico: Posada y Kollwitz. Situados en extremos artísticos, Posada realizaba mordaces caricaturas políticas, anuncios y viñetas en el contexto de la Revolución Mexicana, mientras la obra de Kollwitz adoptaba un cariz socialista y feminista para denunciar los dramas de la Alemania de su época, inspirados en gran parte en Rembrandt.
La segunda sección está dedicada al expresionismo alemán y, concretamente, a la producción gráfica de autores del país germano como Max Beckmann, Otto Dix y George Grosz después de la Primera Guerra Mundial, en la que el grabado se constituyó como un lenguaje propio de la nación alemana moderna, diferente del cubismo francés y el futurismo italiano.
Formaciones progresistas
La tercera, la más amplia de todas, aborda la labor del Taller de la Gráfica Popular, un colectivo fundado en 1937 en el que participaron un crisol de artistas de diversos países (México, Alemania, España, Estados Unidos, etcétera). A través de su ingente producción de folletos, carteles, panfletos y grabados, este grupo contribuyó al fortalecimiento de formaciones progresistas que respaldaban importantes causas sociales y políticas. Se muestra el trabajo de los fundadores de este colectivo –uno de los gremios más representativos y exitosos de la historia universal del arte gráfico–, creado en 1937: Raúl Anguiano (1913-2006), Luis Arenal (1908-1985), Leopoldo Méndez (1902-1969), Pablo O’Higgins (1904, EU-1983, México), Ángel Bracho (1910-2005) y Alfredo Zalce (1908-2003).
La constitución del TGP se llevó a cabo en el seno de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y entre sus objetivos figuraba el fomento de la producción gráfica “en beneficio de los intereses del pueblo de México” a través de un sistema de trabajo colectivo. Los integrantes del taller se reunían semanalmente para tratar de forma democrática temas de interés, definir qué organizaciones del movimiento obrero necesitaban apo-yo y si el grupo estaba dispuesto a colaborar con ellas y de qué forma. La producción de una gran cantidad de folletos, carteles, panfletos y grabados por parte de este gremio no sólo contribuyó al fortalecimiento de formaciones políticas progresistas que respaldaban causas como la nacionalización de los recursos mineros y petroleros o los derechos a la tierra de las poblaciones indígenas, sino también la lucha contra el fascismo. Todo ese trabajo, según los expertos en arte que impulsaron esta exposición, tiene en la actualidad un lugar destacado en la historia del arte universal.
La última parte se ocupa del proyecto Isotype (International System of Typographic Picture Education), de los austriacos Otto Neurath, Marie Reidemeister-Neurath y el alemán Gerd Arntz, una iniciativa que adquirió gran reconocimiento internacional como medio de diseño gráfico para formular un lenguaje de signos funcionales a nivel global.
Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, explicó que se trata de una exposición “única y esencial que refleja un momento de la historia del arte no suficientemente estudiado”, y con esta exposición “queremos retratar un capítulo totalmente olvidado de la historia del arte, en el que hay un relato y, algo poco habitual en los museos, descubrir no un artista, sino un periodo entero, una historia del arte del siglo XX. Por eso es un proyecto que requirió tanta investigación y rigor”.
La muestra se podrá ver hasta el próximo 29 de agosto.