La estrategia fallida
27 junio 2022
Es momento de evaluar, despojados de predefiniciones, lo que se ha hecho no sólo en estos cuatro años
La seguridad es responsabilidad fundamental del gobierno. Pero también es de la sociedad. Nadie debe sustraerse de la tarea de participar en el empeño de un país seguro. La realidad es que la violencia representa el mayor problema de las últimas décadas. Gobiernos de los tres órdenes vienen y van, pero el problema no sólo persiste, sino que se ha agravado. Las cifras de homicidios violentos no pueden soslayarse.
El asesinato de dos padres jesuitas y un seglar en la Tarahumara ha sacudido la conciencia nacional. La indignación es generalizada y constituye un punto de inflexión que con humildad debemos atender. El presunto homicida, plenamente identificado y acusado de varios asesinatos, actuaba desde hace cuatro años con toda libertad. Los hechos son trágicos e ilustrativos de lo que sucede a muchas personas en amplios territorios del país.
Medidas desesperadas u ocurrencias para contener el crimen no ayudan y han empeorado el problema. El tema llama para actuar con determinación en las causas profundas que los originan y también en los incentivos perversos de la criminalidad, particularmente el elevadísimo nivel de impunidad.
Revertir las condiciones que propician el curso delictivo es tarea compleja, se requiere actuar en muchos planos por mucho tiempo. Los niveles de violencia que nuestra sociedad está soportando demandan un diagnóstico serio, al margen del prejuicio y de las posturas simplistas. Al mismo tiempo y de manera inmediata debe abatirse la impunidad.
La acción del Estado para combatir al crimen no es equiparable a la expansión de la delincuencia. La primera está regulada y tiene al objetivo de proveer seguridad para todos. Las malas experiencias han probado que debe actuarse con visión estratégica y planeación. El sistema de seguridad debe operar de manera integral, en todos los órdenes de gobierno y también en la sociedad.
Es evidente: la estrategia gubernamental no ha dado los resultados que se ofrecieron. El presidente le dedica diariamente atención, pero los hechos indican que la ola criminal sólo crece. Es momento de evaluar, despojados de predefiniciones, lo que se ha hecho no sólo en estos cuatro años. Hay lecciones positivas del pasado que deben revalorarse y también errores a enmendar o corregir.