Asesino confeso de “Kiki” Camarena dice que solo bromeaba y no mató al agente de la DEA

jueves, 1 de septiembre de 2022

Raúl López Álvarez dice que basó su relato de la tortura y asesinato tras leerlo una revista. Y ofrecía sus servicios como sicario bajo el concepto Camarena Style, hasta que por boquiflojo fue arrestado y condenado a 249 años de cárcel.


A pesar de que presumía haber torturado y asesinado a Enrique “Kiki” Camarena, Raúl López Álvarez ahora dice que solo lo hizo por “blofear” e impresionar a sus compañeros de prisión. El relato que sostuvo durante muchos años habría estado inspirado en la lectura de revistas que describían cómo había ocurrido el crimen del agente de la DEA.
Documentos desclasificados, a los que tuvo acceso MILENIO, revelan que el ex policía ligado al Cártel de Guadalajara cayó en la trampa de un agente de la DEA, quien fingió buscar un sicario para terminar con la vida de otro funcionario estadunidense, bajo el concepto “Camarena Style”. En los reportes puede leerse que Raúl López presume tener experiencia en “levantar”, “dar toques eléctricos” y asesinar “con tiro de gracia” o “cuchillo”, como el cliente pida.
Luego de 35 años en una prisión de Estados Unidos, López Álvarez busca su libertad alegando que inventó aquellas historias, un asunto que adquiere relevancia debido a que al menos dos involucrados en el crimen de “Kiki” Camarena han obtenido su libertad luego de que se descubrieran irregularidades en el proceso judicial, principalmente en el laboratorio forense, el cual procesó evidencias defectuosas, como lo dio a conocer este diario hace unos días.
El asesino confeso del agente de la DEA purga actualmente una condena de 249 años de prisión. Los informes abiertos en las cortes estadunidenses permiten conocer los detalles de la historia del hombre que juraba ser “el mejor torturador de México” y que ahora busca salir de prisión alegando que su pecado fue haber sido un presumido.
—Aquí no vas a hacer ese show. No, no, no —advirtió en tono amenazante, derramando el recuerdo del crimen pasado. Raúl López Alvaréz hizo una pausa, como tratando de recordar cómo se decían unas palabritas en inglés para impresionar al gringo.
—No, no, el plan es levantarlo así de que put him the back, cover his mouth (ponle la espalda, tápale la boca) entre dos personas, throw him in the van, tie him up (ponlo en la vagoneta, átalo) y ¡vámonos! ¿Verdad?
—Y, o sea, no vamos a ir con tejanas y botas ¿verdad que no? El chiste es también medio disfrazarnos ¿verdad? —le respondió. Raúl intentaría disfrazarse de repartidor de panadería, según él, para no verse tan hitman (sicario) mexicano.
Era pequeño, moreno, con unos bigotes color golondrino en forma de herradura que le bajaban casi hasta la barbilla. Vestía de mezclilla y camisas abiertas hasta el pecho, bien metidas dentro del pantalón. A Raúl solo le faltaban las botas para parecer una estampa de hombre mexicano.
Aunque era joven, de apenas 28 años, el cuerpo entrado en carnes y la mirada adusta lo hacían lucir avejentado. Eso, o tal vez los años en la Policía Estatal de Jalisco, convulsa por la corrupción y su colusión con el narco a principios de 1980.
—Con un pinche cable de ahí de la casa, un ciento veinte, ciento diez. Y no ese cabrón… unos pinche toques en los huevos, en el ano, unos pinches en las uñas caliente. Ya de ahí pega de grito y la chingada —describió en un episodio digno de una película.
—Se le puede dar su tiro de gracia o con un cuchillo. O como tú quieras. Pero nosotros siempre usamos el tiro de gracia. Siempre ha sido nuestro trademark —dijo con seguridad Raúl.
La siguiente pregunta, o al menos la respuesta a esa, renovaría los sentimientos de desprecio de toda una corporación.
—Y a Camarena ¿le pegaron un tiro de gracia también? —A pesar de la amargura con que le lanzó la pregunta, Raúl López, quien estaba más concentrado en adornar los detalles de su plan, no sospechó y respondió.
—A él no… Al otro.
Esta sería una de las últimas conversaciones del ex policía judicial, Raúl López en Los Ángeles, California, con un supuesto líder de una organización criminal dedicada al trasiego de cocaína desde México hasta Estados Unidos.
Sus reuniones empezaron la primera semana de septiembre de 1987 y en cada una de ellas, realmente se encontró con el experimentado agente encubierto de la DEA, Abel Reynoso, quien era parte del equipo que investigaba la tortura y asesinato de su compañero Enrique “Kiki” Camarena, dos años atrás en México.
Reynoso le tendió una trampa al ex policía haciéndose pasar por narcotraficante, pero también haciéndolo creer que un “agente de la ley” estaba hurgando en su negocio y podría echarlo abajo.
El veterano agente se arriesgó y le pidió un trabajo “Camarena Style”. Así lo llamó. López, que había estado presumiendo ser el mejor torturador de México, le dijo riendo que no tenía problema, que ya lo había hecho “y era un trabajo fácil”.
El 26 de octubre de 1987 fue detenido con dos cómplices en el hotel Vagabond Inn, de Los Ángeles, California, donde tendría lugar la última reunión para afinar los detalles de la muerte del agente ficticio norteamericano, el nuevo “Kiki” Camarena.
El operativo fue montado por el equipo SWAT del departamento del sheriff. Incluso en el peor momento, López trató de impresionarlos mientras los trasladaban a las oficinas de la DEA, asegurando que en México trabajaba para dos importantes narcotraficantes: Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca.