El caso Samuel García el lugar común de la política en México
Lenin Torres Antonio.
Del caso (des-contextualidad, misoginia, perdida de la realidad, improvisación, ignorancia, cuando menos en los asuntos de la res-púbica, marcados rasgos edipicos, etc.) del ex “senador” Samuel García del Partido Político Movimiento Ciudadano, habría que hacernos algunas preguntas y reflexiones, la primera sería preguntarnos cómo le hizo esa clase de personajes para llegar a ser senador por el partido MC, qué mecanismos de selección “democráticos” implementó MC para hacerlo senador, qué poderosas cualidades de las ciencias políticas y de la militancia partidista concurren en él para hacer posible que un Partido lo haga Senador de la república, esto por un lado, por el otro, ubicar el caso Samuel García no como un caso aislado ni en temporalidad ni en características, y que es y ha sido el síntoma de la progresiva decadencia de la clase política en México, que a la postre, pervirtió y la convirtió en el grotesco arte (contrario a lo estético) de obtener el poder para beneficio personal y/o de grupos, apuntamientos narcisistas, y nunca para el bien común.
Vale la pena recordar que a principios del siglo XX ocurre un cambio de paradigma social y político en México, y que hemos denominado la Revolución Mexicana, se “deja atrás las vetustas dictaduras” y se consolida las ideas de la ilustración, instaurándose un régimen democrático constitucionalista. Tácitamente la transición ilustrada es un acuerdo entre los señores de la guerra para pacificar el período pos revolucionario e inaugurar el “estado de derecho y las instituciones democráticas del estado mexicano”. Paradójicamente contrarios a los motivos que causaron la revolución mexicana, paulatinamente se consolida una democracia unipartidista y se organiza la pirámide del poder presidencialista, que permite a un solo partido, el PRI detentar el poder político y el gobierno de la república desde su fundación en 1929 hasta el triunfo de Vicente Fox en el año 2000, o sea, 71 años.
Atinadamente en 1990. “Mario Vargas Llosa, el escritor peruano metido a político, vino a México y le tomó la palabra a Octavio Paz y al resto de los organizadores del encuentro de intelectuales europeos y americanos: con total libertad habló largo y tendido sobre el gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su permanencia en el poder, como otro ejemplo de las dictaduras latinoamericanas. En cierto momento consideró a México “una dictadura perfecta” (1).
Descripción que aludía a un México donde se consolidó una estructura piramidal (presidencialista) de complicidades, en la cual cada actor que participaba se llevaba una parte del botín, principalmente su presupuesto, en que se convirtió el estado mexicano y sus instituciones, se presentaba la fachada democrática que legitimaba el poder y tras ese fachada los grupos de poder locales y nacionales se organizaban sexenio tras sexenio, y alrededor de la figura presidencial (el tlatoani en turno) se decidían las políticas públicas, el estado de derecho, la pluralidad y la inclusión, el sistema presidencialista era una maquinaria perfecta, que incluso para legitimar aún más la “dictadura perfecta” priista, en 1977 se “decreto “la ley federal de organizaciones políticas y procesos electorales” para dar cabida en el congreso legislativo a la representación plurinominal, una aberración producto de esa maquinaria perfecta de complicidades para dar “voz a otras expresiones políticas”, y que sirvió para legitimar aún más esa “dictadura democrática perfecta unipartidista”.
La pirámide del poder presidencialista funcionaba de forma ordenada, sus tiempos eran los tiempos del “dios presidente de la república”, el sexenio se regía por un tiempo cíclico, la asunción del nuevo tlatoani (presidente) representaba un acontecimiento faraónico, su toma de protesta era un día especial para mirar el recorrido del nuevo presidente de México, y eso significaba quemar lo anterior e inaugurar el sello personal del nuevo ungido al poder público. Pero como todos los asuntos de lo humano no son eternos, la dictadura perfecta aparentó caer a causa de una pseudo transición democrática en el año 2000, pero era una jugada maestra de los mismos personajes tras el poder en México, que es la elite empresarial de los ricos quienes se dieron cuenta que necesitaban un cambio de siglas y hombres, pero les falló, fue el punto de quiebre de esa dictadura perfecta y el inicio acelerado de la degeneración de la clase política en México.
Lo he escrito, la causas de la zozobra de la democracia de la simulación tuvo que ver con un relevo generacional de esa clase política obsoleta que intentó continuar en el poder público metamorfoseándose, y esto se inició en el 1º de los últimos 6 sexenios anteriores al actual, fue así como se apostó y se vio en los tecnócratas como la mejor opción para ese “relevo generacional”, relevo que encabezó el todavía omnipresente Carlos Salinas de Gortari, “relevo generacional” aciago que tuvo su muerte anunciada con la muerte de Luis Donaldo Colosio, y termina en el sexenio de Peña Nieto, quién encabeza el criminal y mortal “relevo del relevo generacional”.
Lo peor estaba por venir, el arribo de la horda de juveniles de políticos voraces de poder e inexpertos para la gobernanza, descendientes de los tecnócratas (salinas y compañía) pero sin dieces ni grados académicos de renombres. “Relevo del relevo”, por cierto, mucho de esos juveniles políticos aupados al poder público terminaron con problemas judiciales y administrativos. Todo esto período aciago y demiurgo de la política en México ocurrió durante los últimos 18 años, los dos sexenios panistas, y principalmente, durante el sexenio de Peña Nieto, donde se da dicho “relevo del relevo generacional”.
La degeneración ha permeado a todos los partidos políticos en México, pues en ese periodo e incluso todavía hoy, no tan sólo aupaban a los parientes consanguíneos al poder: hijos, hermanos, esposas, tíos, en fin, a toda la parental si es posible a cargos de representación popular y puestos en la administración pública, sino también, a sus testaferros, comunicadores, empresarios y amantes, etc., dicho periodo pudimos ver que la degeneración llegó a tal descaro e irracionalidad que descuidaron a los líderes locales, quienes eran la base de la representación de la pirámide del poder y hacían que realmente el sistema de complicidades funcionara, así se fue perdiendo la interlocución, y la cultura y la filosofía layinania, “robar poquito” que permitía el fifty-fixti, 50% para obra pública y 50% para los bolsillos de la clase política, un equilibrio pernicioso e ilegal que terminó en el último período en actos de corrupción, y a mansalva vimos como las arcas públicas fueron saqueadas, pues el barco se hundía, y muy pronto perdieron el poder de la república en manos de Andrés Manuel López Obrador.
Digo que el caso del ex senador y suspirante a la gubernatura de Nuevo León por el Partido Movimiento Ciudadano Samuel García no es un caso aislado, sino todo lo contrario, es el común denominador de muchos de los representantes populares, por eso, desafortunadamente el debate político y la alta tribuna parlamentaria, y la transición democrática hacía un nuevo régimen político de legalidad, transparencia, legitimidad, pluralidad y democracia están en un tiempo por-venir