Putin siembra el terror contra los civiles para rendir las capitales
Rusia lanza una devastadora lluvia de fuego sobre las ciudades para minar la resistencia ucraniana. La artillería tritura vías férreas y carreteras convirtiéndolas en trampas sin salida
En el encanallamiento de la invasión de Ucrania, que cada día sube la apuesta en atrocidad y destrucción, sólo faltaban los moteros de Putin. Puede parecer una broma o una caricatura pero no lo es. La milicia Lobos de la noche (Nochnye Volki en el ruso original) está dirigida por Alexander Zaldostanov, al que apodan El cirujano, condecorado por el propio Putin con la Orden de Honor de Rusia.
Este domingo varios testigos vieron a estos moteros de Putin, ya desplegados en 2015 en el Donbás para aterrorizar a los civiles, disparando contra los refugiados en las afueras de Mariupol, una población que sufre asedio y de la que miles de personas trataban de salir en la segunda jornada de corredores humanitarios frustrados. Ni los guionistas de Mad Max imaginaron un escenario así.
Con la resistencia ucraniana cada vez más asentada en cruces de caminos y barrios urbanos, donde los blindados rusos arden como teas de petróleo, la estrategia de Moscú pasa, una vez más, por la «guerra sin contacto», es decir, triturar ciudades hasta su rendición. Putin recurre de nuevo al manual sirio y al juego de los corredores humanitarios: primero pacto con la Cruz Roja sacar a los civiles, luego incumplo el alto el fuego y ataco. Llegan las asistencias médicas y vuelvo a bombardear a las ambulancias. Cierro el corredor, gano terreno, digo que los disparos son del enemigo y vuelvo otra vez al teatro al día siguiente. Esta práctica supone un doble crimen de guerra, pero nada detiene a aquel que no comprende de líneas rojas.
Las ciudades de Mariupol y Volnovaja lo están sufriendo estos días en sus carnes. Los civiles llevan varias jornadas sin calefacción, agua potable, electricidad y comida. En el frente norte la situación es parecida: grupos de familias trataron de huir corriendo de la ciudad de Irpin y fueron masacrados con misiles rusos, como demuestran las imágenes de los muertos tomadas por varios fotorrepoteros en la zona. La Inteligencia británica cree que el objetivo es minar la moral de la población. De momento, lo que hacen es matar gente y destruir estructuras civiles, como el aeropuerto de Vinnytsia.
Además, la artillería rusa ha bombardeado vías del tren en el frente sur para que dejen de circular los ferrocarriles, elemento esencial para la huida de la población. La trampa para los civiles ya está abierta y con ella sólo ganarán los fabricantes de ataúdes. Un vídeo que muestra a unos padres llevando a un niño herido en brazos a un hospital y a los servicios médicos tratando de salvarle la vida en vano ha saltado de móvil a móvil y ha conmocionado a los ucranianos.
VENGANZA
Muchos prometen venganza. Los comentarios son de enorme frustración: «Mira lo que están haciendo en Jarkov». «Van a machacar Odesa». «No queda nada en Volodianka»… El odio se extiende rápido y no llevamos ni dos semanas de guerra.
En las regiones en las que sigue siendo posible evacuar sólo se están quedando los ancianos o aquellos que no pueden moverse por problemas físicos. Una mujer ucraniana llamada Katia Savchuk clamaba ayer en las redes sociales pidiendo ayuda para sacar a su madre, de 94 años y superviviente del Holocausto, postrada en silla de ruedas, en uno de los barrios que sufre bombardeos en Kiev. Las autoridades de la provincia ucraniana de Jarkov denunciaron, en otro alarmante incidente atómico, el impacto de proyectiles lanzados por las fuerzas rusas sobre el Centro Nacional de Investigación Nuclear de la segunda ciudad ucraniana.
En el lado ucraniano, un grito ha sustituido al «buenos días». Ahora entran a las cafeterías diciendo «slava Ucraini» (Gloria a Ucrania) y recibiendo de vuelta un «heroyam slava» (Gloria a sus héroes). Si se les dice en español «viva Ucrania» también lo entienden. A sus estaciones sigue llegando gente para luchar, algunos con cierta experiencia. Un equipo de la televisión británica encontró a un grupo de antiguos Royal Marines que se habían unido como voluntarios del ejército ucraniano. Según el Gobierno de Kiev ya tienen miembros de 52 países en su legión extranjera recién creada. Paralelamente, más material occidental ha llegado a manos ucranianas.
Con ese mismo armamento fue carbonizada una enorme columna de tanques rusos y un cuerpo completo de artillería. Un cartero retirado, ahora reclutado en el Ejército ucraniano, derribó un bombardero SU35 con un misil Stinger de Estados Unidos, lo que lo convirtió en el héroe del día. Los ucranianos, claro, también sufrieron bajas y emboscadas, y en ese caso cada soldado cuenta porque no tiene las capacidades de Rusia.
En cualquier caso, las fuerzas rusas siguen sin hacer grandes avances al margen de los bombardeos. En Kiev aseguran que están tratando de superar los enormes problemas logísticos que los dejaron sin munición ni gasolina. Un enorme convoy ferroviario de furgonetas fue visto en el lado ruso. Su presencia sugiere que va a ser utilizado para llevar combustible y comida a primera línea para luego relanzar las ofensivas. La realidad es que los ucranianos cada vez se defienden mejor contra ellas.
El presidente Volodomir Zelenski, vestido de nuevo con camiseta militar y con barba de tres días, volvió a pedir ayuda a la Unión Europea y a la OTAN para que impongan una zona de restricción aérea o «no fly zone». «Si no les paramos en el cielo nos van a matar lentamente. Necesitamos aviones también. Es urgente».
Esa posibilidad, la de enviar aviones de países OTAN de fabricación soviética es cada vez más tangible. EEUU estudia entregar a Polonia algunos de sus cazas a cambio de que ellos entreguen sus MiG29 actualizados con tecnología occidental a Ucrania. Lo que más preocupa a Varsovia es hacer la transacción en frontera sin que eso suponga su participacion directa, una pirueta complicada.
En Moscú y San Petesburgo las protestas contra la guerra convocadas por el encarcelado disidente Alexei Navalni fueron duramente reprimidas por los antidisturbios rusos, que se han lanzado a detener a mansalva. Este domingo fueron 3.500 sólo en San Petesburgo. Cada uno de ellos se enfrenta a una pena de cárcel de 15 años por oponerse a la «misión especial en Ucrania», como se empeñan en llamar a la invasión el Kremlin y sus voceros.
El proceso de restalinización iniciado por Putin avanza gracias al rodillo represor y al efecto pernicioso de años de propaganda. Dimitri, un conductor ucraniano que estos días acompaña a los periodistas como chófer y traductor, cuenta su historia personal:«Somos seis hermanos. Cinco viven aquí y mi hermana en Moscú. Mis cuatro hermanos y yo le hemos contado todo lo que sucede en Ucrania, la destrucción de la guerra y la inutilidad de todo esto. Ella nos dice que todo lo que le contamos es mentira, que la operación de castigo a Ucrania era necesaria. Esto no sólo romperá nuestro país, sino que romperá miles de familias».
Más de 1,5 millones de refugiados
El número de personas que huyeron del conflicto en Ucrania superó la barrera de los 1,5 millones, ha advertido la ONU el domingo. “Más de 1,5 millones de refugiados de Ucrania han cruzado a los países vecinos en 10 días. Esta es la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”, tuiteó el Alto Comisionado para los Refugiados, Filippo Grandi.
Por otro lado, Vladimir Putin aseguró este sábado que las sanciones de Occidente suponen “una declaración de guerra”, afirmó que no permitiría una zona de exclusión aérea y que cualquier país o alianza que intentara imponerla “entraría en ese momento en conflicto con Rusia”. Aunque negó que vaya a imponer la ley marcial en su país, está elevando la represión sobre disidentes y manifestantes. Son ya más de 9.000 encarcelados en los últimos días.