Los planes inmediatos de Joe Biden
El presidente electo tendrá un equipo lleno de mujeres pero incluirá algún republicano en su gabinete.
La idea de “los primeros 100 días” de Gobierno fue inventada por uno de los “santos patrones” del Partido Demócrata: el presidente Franklin Delano Roosevelt, en junio de 1933, y alude a un periodo de gracia en el que un líder político tiene más libertad de acción antes de que la tarea de Gobierno empiece a desgastarle.
Joe Biden no va a tener ese lujo. La oposición republicana, encabezada por el presidente saliente, Donald Trump, ya le ha negado cualquier legitimidad con unas acusaciones de fraude acerca de las cuales no ha presentado ni una sola prueba, y unos recuentos que la campaña del inquilino de la Casa Blanca lleva días diciendo que va a exigir… pero que sigue sin solicitar. Además, es probable que el Senado esté en manos de la oposición, aunque eso no se sabrá hasta enero, cuando Georgia celebre la segunda vuelta de las elecciones de sus dos legisladores en esa cámara. En todo caso, Biden, al contrario que sus predecesores Donald Trump, Barack Obama, y George W. Bush, tiene una enorme experiencia en el Senado, donde estuvo 35 años, y con el que actuó como enlace durante el Gobierno de Barack Obama, a menudo tratando de arreglar las pésimas relaciones personales entre el presidente y los miembros de esa cámara. Por ahora, todo parece indicar que la estrategia de Biden se va a centrar en tres áreas: órdenes ejecutivas, regulaciones, y nominación de su gabinete. Dado el previsible bloqueo del Legislativo, es probable que las órdenes serán su herramienta de Gobierno, igual que lo fueron de Donald Trump. Las órdenes ejecutivas son decretos que emite el presidente y que pueden ser tumbados por los tribunales, pero no por el Congreso. Son automáticas, pero su problema es que el siguiente presidente las puede derogar de un plumazo.
Las órdenes que Biden emitirá nada más llegar a la Casa Blanca incluyen, según el Washington Post, el regreso de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud, de donde EEUU se está retirando en la actualidad por orden de Trump, y al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, de donde formalizó su salida esta semana.
La reincorporación de EEUU al Tratado de París tiene importancia, porque, si el país permanece durante cuatro años en él, el paso hacia la ‘descarbonización’ de la economía -lo que el Gobierno de España llama “transición ecológica”- será irreversible, aunque, en realidad, el proceso ya ha comenzado durante la presidencia de Trump, en la que la producción de carbón, por ejemplo, ha entrado en desplome terminal por la sencilla razón de que no es competitivo como fuente de energía con las renovables. En todo caso, EEUU jugará un papel activo en la próxima Conferencia del Cambio Climático (COP25) que se celebra en la ciudad escocesa de Glasgow justo dentro de un año.
Con Biden, la Administración también dará marcha atrás en la eliminación de regulaciones medioambientales, de eficiencia energética, y de seguridad laboral lanzada por Trump.
El futuro presidente también levantará la mayor parte -pero no todas- las prohibiciones a la entrada de ciudadanos de países de población mayoritariamente musulmana y no blanca -como Nigeria- establecidas por Donald Trump. Y reactivará la llamada “Acción Aplazada para la Llegada de Niños”, o, según sus siglas en inglés, DACA. Ésa es una política de Obama que permite a los inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo menores de edad no ser expulsados del país por periodos de dos años renovables indefinidamente. Trump trató de derogar la medida, que afecta a cerca de un millón de dreamers(soñadores del Sueño Americano), pero la cuestión está en un limbo jurídico desde junio. En materia legal, con Biden, el Estado de EEUU retirará el recurso interpuesto por el Gobierno de Trump ante el Tribunal Supremo contra la reforma sanitaria de Barack Obama.
La segunda pata del Gobierno de Biden va a ser su equipo. Ahí hay terreno para especular, aunque una cosa parece cierta: va a haber muchas mujeres, y no por cuestiones de cuota sino de méritos.
Pero las consideraciones de Biden y su equipo no son de género, sino de política. El nuevo presidente es un centrista, y su número dos, Kamala Harris, no tiene otra ideología que el poder. Pero una parte de la coalición que le ha llevado a la Casa Blanca es ideológicamente de izquierdas, y está encabezada por políticos a los que les gusta hablar tanto o más que a Donald Trump, como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez, así que, si Biden nombra un equipo a su medida, tendrá que afrontar la oposición de sus presuntos aliados.
A eso se suma la intención de Biden de dar algún puesto de relevancia a la oposición, algo que ya hicieron Donald Trump, Barack Obama y Bill Clinton. Meg Whitman, ex consejera delegada de los gigantes de Hewltett -Packard y eBay, y candidata a gobernadora de California y a la presidencia podría ocupar el puesto de secretaria de Comercio y dar, así, esa cuota al Partido Republicano.
En el trascendental Departamento de Defensa, la clara favorita es Michele Flournoy, que ya fue uno de los máximos responsables de esa área con Obama, y ahora está en el think tank de las grandes tecnológicas New America Foundation. En el Departamento de Estado, Susan Rice, embajadora en la ONU y consejera de Seguridad Nacional con Obama, es quien más papeletas tiene, con permiso de otros ex altos cargos del anterior presidente demócrata, como Tony Blinken. El cargo de secretario del Tesoro parece otorgado a Lael Brainard, que lleva un lustro trabajándose ese puesto.
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