Españoles atrapados en Londres: “Nos dejan, una vez más, en el limbo”
Incertidumbre entre los extranjeros residentes en la capital de Reino Unido y críticas al gobierno británico y al español por la gestión de la crisis de la nueva cepa.
A la hora de comer del sábado, 16,4 millones de ciudadanos, entre Londres y otras zonas del sur de Inglaterra, todavía pensaban que su mayor problema eran las recientemente inauguradas restricciones de la fase 3. Ni pintas en los pubs, ni cenas en casa de los amigos ni tampoco trabajo presencial. Boris Johnson les acababa de explicar hace apenas unos días que todo iba bien, que las Navidades estaban aseguradas y que incluso iban a poder moverse libremente por el país durante cinco días. En apenas unas horas, desató el pánico declarando la fase 4. El resultado: estaciones de tren colapsadas y carreteras tomadas por británicos que huían de la capital como no se había visto antes en tiempos de paz. El domingo, el estrés estaba reservado para los extranjeros.
“Cuando salió la noticia pensé que me iba a tener que quedar, contacté con la embajada española y sí que respondieron rápido, pero diciendo que no sabían lo que iba a pasar. Johnson dijo que todo iba a seguir igual y de repente nos mete un cierre más duro que el de primavera… Claro que queremos estar con nuestras familias, y habíamos aceptado pagar mucho dinero por la PCR, que como mínimo eran 110 euros, y por los billetes de avión, que eran más de 200 en mi caso, para estar seguros”, explica Eduardo Fernández-Abascal, que por suerte tenía un billete de avión para el domingo a última hora.
“El estrés fue tremendo. No sabíamos si nos íbamos a encontrar policía en las estaciones, si íbamos a poder llegar hasta el aeropuerto, si nos iban a poner algún problema… Me planteé incluso irme en la moto de un amigo si era necesario con tal de llegar”, cuenta él, que se muestra muy crítico con la forma en que se ha gestionado la situación. “Una vez más, por el desastre y la desorganización del Gobierno británico pagamos los ciudadanos, y por parte del español… Qué voy a decir. Una falta de respuestas como casi siempre y todo mal organizado a la hora de pedir unas PCR que luego casi nunca exigen. Los fallos de ambos nos dejan, una vez más, en el limbo”.
Quienes, como él, consiguieron un billete de avión para huir de la capital británica, no notaron demasiadas diferencias con respecto a un día normal más allá del estrés fruto de la incertidumbre. Los países que cerraban fronteras a los vuelos que llegaban desde el Reino Unido se iban sucediendo, y nunca estaba claro del todo cuál podía ser el último con destino a España. Algunos, los poco afortunados que pudieron seguir trabajando ayer pese a las restricciones, se han enterado de la magnitud del revuelo al día siguiente.
“Llevo toda la mañana llorando, es que no puede ser…”, lamenta a EL MUNDO Eva del Río, que está estudiando un máster en Desarrollo Internacional y Emergencias Humanitarias por la London School of Economics. “Había aceptado quedarme unos días más para trabajar y hacer dinero, pero el vuelo lo tengo programado para el 31. A ver qué dice Bruselas y a ver qué dice España, pero me da que me toca pasar las fiestas sola. Una Nochevieja y una Nochebuena por Zoom… He visto a mis padres una semana desde marzo, y a mis abuelos llevo sin verlos desde febrero. Había pagado una prueba de casi 200 euros para poder hacerlo de forma segura. Nuestro consuelo era que al menos pudiésemos comer las uvas juntos”.
Tampoco podrá cerrar el año con los suyos Manuel Sánchez, que tenía previsto volver a Toledo el 26 de diciembre. “Es un palo bastante duro para mí, hace más de cinco meses que no veo a mi familia. No nos lo han puesto nada fácil desde ambos gobiernos, entre las PCR y las cuarentenas resultaba imposible. Han conseguido que mucha gente se eche para atrás y que otra mucha tenga que precipitarse y salir a la carrera. Estamos a dos horas en avión y cada vez es más complicado todo”, explica él. “No han dejado nada claro. Se supone que no se puede volar, pero qué pasa si la policía te ve con una maleta. ¿Te puede multar? ¿Negarte la entrada? Lo único que hace es crearte una incertidumbre en la que te preguntas: ¿Debería jugármela e irme a casa?”.