24 horas para internar a un contagiado

Salvador Camarena

En la casa de B. habitan tres adultos mayores. Uno de ellos, que padece diabetes, comenzó con síntomas de Covid-19 hace nueve días. Se aisló, tuvo una consulta médica a distancia y parecía estable hasta que esta semana su oxigenación se desplomó. Ahí inició el tortuoso maratón de una familia para obtener adecuada atención para el enfermo, uno más que enfrenta problemas para conseguir una cama en una ciudad que ve con esperanza que el ritmo de muertes y contagios se han ralentizado.

El enfermo amaneció ese día con una saturación de 75%. Los familiares llamaron de inmediato al 911. “Atienden luego luego, y fueron muy amables. Pidieron los datos generales del paciente y mandaron una ambulancia, que llegó en menos de cinco minutos”, cuenta B. “Bien equipados, los enfermeros preguntan si la familia tiene oxígeno o alguna forma de proveerlo”. En este caso había, en efecto, un concentrador, comprado hace poco en decenas de miles de pesos.

“Lo revisaron bien. Con el concentrador la oxigenación subió a 90%. Pero a pesar de ser una persona de edad avanzada y comorbilidades, los paramédicos dijeron que lo mejor era que se quedara en casa, que si bajaba ‘por mucho tiempo’ a menos de 80% llamáramos de nuevo”, sigue B.

La familia pidió internarlo. “Los hospitales siguen muy llenos y es mejor que se quede en casa porque además no hay medicamento”, respondieron los paramédicos.

Doce horas después, la oxigenación del paciente bajó a menos de 60. “Llamamos al médico particular que ya había atendido al enfermo y nos sugiere buscar hospital”. Simultáneamente llaman al 911, donde otra vez los atienden rápido; piden poner al paciente boca abajo y se quedan media hora al teléfono y como, de nueva cuenta, el adulto mayor parece recuperarse en términos de oxigenación, sube a más de 80%, en el servicio telefónico de la ciudad declaran que no es candidato a hospitalización, por lo que sugieren que se quede en casa. Ante la insistencia de la familia, de cualquier manera envían una ambulancia, que llega al poco tiempo, a las 9 pm.

En la opinión de los nuevos paramédicos, el paciente sí requiere hospitalización. Y ahí ocurre una cosa singular: B. cree que puede conseguir lugar en el IMSS, pero los de la ambulancia aseguran que ellos sólo lo pueden llevar a donde les digan los de “control”. Mas, advierten, en encontrar hospital puede tardar unas seis horas. “No podemos llevarlo a donde usted tiene una cama”, dijeron.

B. insiste en que le aseguran que en un hospital específico del IMSS lo pueden recibir. Entonces, pida una ambulancia Covid, le sugieren. A las seis de la mañana la familia de B. por fin consigue tanto la ambulancia Covid (cuesta 9 mil 860 pesos) como un enfermero Covid que acompañe al paciente rumbo al hospital del Seguro Social, porque si no, si no se sube alguien a la ambulancia, no se llevan al enfermo. Un familiar tiene que ir adentro del vehículo de emergencia, así sea aumentando el riesgo de contagio no se acepta que el acompañante se traslade en un auto aparte.

El caso del familiar de B. muestra varias cosas:

El enfermo pudo resistir porque la familia tenía un caro aditamento, el concentrador de oxígeno, comprado con anticipación.

Dos ambulancias que llegaron pronto y fueron amables en realidad no mostraban disposición para trasladar al hospital a un diabético oxigenando debajo de 80%. Como si la instrucción siguiera siendo: déjenlos en casa.

¿Cuántos casos así habrá diario? La vacuna tardará meses en provocar una inmunidad de rebaño. Las ambulancias seguirán llegando.