VERÓNICA MALO

Las tristes justificantes para no vacunar al sector salud que trabaja en el ámbito privado nada más no alcanzan. Presumimos el deshonroso primer lugar mundial en muertes por covid en el sector salud y ya se contabilizan más de 212,000 defunciones en total en México, de los cuales, instituciones internacionales consideran que al menos 190,000 personas NO tenían que haber fallecido. Todos son números oficiales, aunque si escarba uno en otros registros (también oficiales), los números son mayores.

La Organización Panamericana de la Salud indicó que, al 8 de febrero de este año, México es el país con mayor número de muertes por covid entre trabajadores de la salud de toda América. Cerca de tres mil individuos basado en cifras oficiales, insisto. Entonces, ¿cómo explicar la necedad de no vacunar a quienes ponen su vida en la primera línea de defensa, y por lo mismo, de peligro?

Hay muchos “argumentos” que se esgrimen para justificar la decisión del gobierno federal en la materia. Pero eso sí, mientras se cuestionan todas ellas —y con justa razón creo yo—, ya se anunció que continuará la vacunación de los maestros para que se pueda volver a las aulas el próximo ciclo escolar (agosto-septiembre de este año).

Negar la vacunación a los médicos y personal de salud del ámbito privado atestigua en los hechos la frase “hasta lo que no come le hace daño”, pues la existencia del sector privado es la prueba fehaciente de que el sector público simplemente no alcanza a cubrir las necesidades de la población. Cierto, esto no únicamente en tiempos de la 4T, pero en esta administración ciertamente se ha recrudecido la necesidad de la medicina privada. Al grado que el mismo IMSS firmó el año pasado un convenio con la Asociación Mexicana de Hospitales Privados para que atendieran a los asegurados del Instituto (al final, padecimientos por covid también incluidos).

Fácil es culpar a distintos actores de la IP de la absoluta incapacidad de la administración central de surtir de medicinas, equipo y tratamientos para la población. Llevamos ya dos años y fracción donde se le imputa a las farmacéuticas la escasez de medicamentos. Ahora también a Naciones Unidas, y recientemente inició la diatriba en contra de los fabricantes de las vacunas anti covid. El ataque del régimen es tal que hasta se anuncia en la Rayuela del diario La Jornada: “La lucha es contra el cártel de los fármacos, porque ahí también hay cárteles”.

Todo lo anteriormente relatado constituyen algunas de las excusas que ha dado el régimen para no vacunar al personal del sector de salud privado.

Pues bien, nada de ello se sostiene ni justifica la abierta discriminación ejercida. Y hace necesario, en cambio, exponer la razón principal detrás de semejante aberración: desmantelar al mismo sector salud privado y estatizar. Lo cual pasa, entre muchas otras cosas, por no vacunar a quienes ahí trabajan.

En su soberbia, la Cuarta Transformación no se da cuenta que el sector de salud privado incluye la mayoría de las cocinas de los hospitales, farmacias, personal de limpieza y sanitización, laboratorios, enfermeras, camilleros y todos quienes hacen funcionar al sector clínico y hospitalario. Y eso solo dentro de los nosocomios. Falta incluir a todos los galenos que atienden en las farmacias comerciales, quienes son el primer contacto con los infectados de covid, así como muchos médicos de práctica privada que, en poblaciones lejanas, son los únicos doctores de la población. Eso sin olvidar a los dentistas, terapeutas y enfermeras cuya labor diaria es atender a un grupo de la población que difícilmente serán tratados si no es a través del personal al que el presidente López Obrador no quiere dar preferencia en el proceso de vacunación.

El sector privado le molesta y para desaparecer prohíbe de forma artera la vacunación de las personas que son parte integral del mismo. En su mayor parte pueblo bueno que trabaja todos los días para poder llevar un ingreso a su casa. El ejecutivo federal no soporta que dichos profesionales y técnicos puedan ser independientes y no requieran de sus programas clientelares para subsistir.

Ojalá que todo este personal pueda mostrar su tristeza y desencanto con la administración morenista en las urnas el 6 de junio. Es la única forma que se tiene de parar la arbitrariedad, la discriminación y futuras masacres.