JORGE ANDRÉS CASTAÑEDA

El Presidente tuvo toda la razón cuando dijo el lunes que es una aberración “que las tasas de interés que se cobran a Pemex están arriba que las que paga el gobierno por la deuda soberana”. La deuda de Pemex se ha vuelto una de las mejores inversiones en el mundo ya que es posible prestarle, o comprar sus bonos, con una tasa de interés más alta –alrededor de 300 puntos base– que las que paga el Gobierno de México. Esto, a pesar de la garantía implícita del gobierno mexicano. Es el arbitraje soñado para cualquier inversionista, ganar más sin mayor riesgo.

El lunes, el Presidente de la República hizo esta garantía explicita al decir que “La deuda de Pemex es deuda soberana”. En los mercados financieros muchas veces importa más lo que se dice que lo que se hace, y en muchos casos sirve para no tener que hacer lo que se dijo. Al hacer esta garantía explicita, los bonos de Pemex subieron de valor reduciendo la tasa de interés implícita para futuros refinanciamientos.

Pero eso no fue lo más importante que dijo el titular del Ejecutivo. Dio a entender que la intención del secretario de Hacienda es reestructurar la deuda de Pemex utilizando los 12 mil millones de dólares que México recibirá en Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI). El Presidente ha declarado que pretende transferir estos fondos, aunque la ley no lo permite, a la SHCP, para prepagar deuda soberana.

Pero lo que dijo el lunes parece indicar es que la intención es usar estos recursos para prepagar deuda de Pemex. Esto permitiría aligerar la carga de deuda de Pemex, bajar sus costos de financiamiento, liberar fondos para inversión y limitar las transferencias de recursos que ha tenido que llevar a cabo el gobierno federal a la petrolera. Es quizá el único camino que para hacer viable a la empresa a mediano plazo.

Pero este camino implica riesgos importantes que no se deben de obviar. El primero es que se “contamine” la deuda soberana al incluir la de Pemex. Sumar la deuda de Petróleos Mexicanos a la deuda soberana al haber hecho esta garantía explicita puede poner en entredicho la solidez financiera de México. Por otro lado, los lineamientos de gobernanza ambiental (ESG) a los que ya están sujetos prácticamente todos los bancos y gran parte de los inversionistas institucionales, pueden limitar o encarecer la deuda. Si la de Pemex ya es deuda de México, entonces la de México contamina.

Pero la parte más preocupante de esto es el riesgo moral que implica. Esto quiere decir que Pemex seguirá teniendo todos los incentivos para malgastar estos recursos en elefantes blancos como Dos Bocas y seguir siendo ineficiente. El problema de fondo de Pemex no es falta de dinero, las empresas petroleras todavía son muy rentables. Su problema es su ineficiencia y que el gobierno cree que algún día regresará la época dorada de la bonanza petrolera. El uso de recursos públicos, deuda soberana o DRGs para aligerar la deuda de Pemex es una buena idea, pero si se hace por las malas razones sólo nos llevará al mismo lugar en unos años.