¿Qué le pasa a Biden?
Pablo Hiriart
La aceptación del presidente Biden va a la baja porque no le sale nada. Su voluntad es evidente, pero una baraja de circunstancias se entrecruza para formar sobre él y su proyecto una tormenta perfecta.
A sus casi 80 años de edad, se bate como un samurái contra la adversidad, pero hasta ahora va perdiendo. Y con él, lo que conocemos como mundo libre, o no autoritario y con respeto a los valores democráticos.
Sucede que:
1.- Biden tiene una mayoría muy estrecha en ambas cámaras: 220-212 en la de Representantes, y 50-50 en el Senado, que desempata con el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris. Carece de las holgadas mayorías que gozaron los presidentes Roosevelt (New Deal) y Johnson (Ley de Derechos Civiles, Medicare, Medicaid, derecho al voto a afroamericanos).
Por lo anterior, el presidente necesita algo casi imposible de lograr en una democracia como ésta: la unanimidad, siempre, de los senadores demócratas. Sólo dos de ellos, Joe Manchin y Kyrsten Sinema, tenían trabado el programa de infraestructura social propuesto por Biden, porque no aceptan el monto de 3.5 billones de dólares, que sí apoyan los 48 senadores restantes, y por tanto sería inútil llevarlo a discusión y votación en el Pleno.
2.- La variante Delta ha frustrado la victoria sobre el Covid, y nada ha empujado más la caída de la popularidad de Biden que la persistencia de la pandemia. Imposible ganar esa lucha cuando hay 70 millones de personas, en este país que no se quieren vacunar. Así no se puede, aunque sobren vacunas. En Estados Unidos ha muerto uno de cada 500 habitantes a causa del Covid. Ninguna guerra con el exterior ha causado tantas bajas como esta pandemia, para la cual hay solución incruenta: vacunarse. Setenta millones no quieren, y son caldo de cultivo para nuevas variantes.
3.- La inmigración ilegal hace crisis, y es la segunda causa de pérdida de aceptación del presidente. En el reciente debate entre los candidatos a gobernador del lejano estado de Virginia, el republicano Glenn Youngkin no atacó a su contendiente, sino a Biden: “El caos en la frontera sur es absoluto”. Terry McAuliffe, el aspirante demócrata, no defendió al presidente.
En efecto, la migración por la frontera sur es veneno para Biden porque es un caos, debido a dos razones: la primera es que el gobierno de México cedió el control sobre una parte de su territorio. Hasta hace un par de años el tráfico de personas estaba en manos de polleros, ligados con autoridades migratorias locales. Así, los sucesivos gobiernos tenían margen para actuar contra esas bandas. Ahora el negocio lo tomó el crimen organizado, que después de las drogas obtiene su principal ingreso del tráfico de indocumentados, y cuenta con la deliberada permisividad del gobierno federal.
Ha sido extraño el papel del ‘vecino del sur’ en materia migratoria: por un lado dan de garrotazos a indocumentados centroamericanos y, por otro, realizan maniobras como la que expuso el periodista Roberto Rock la semana pasada en El Universal: “De manera discreta, casi clandestina, el gobierno mexicano operó en las semanas recientes un virtual corredor terrestre para dotar de transporte a miles de haitianos –al menos 15 mil–, a fin de hacerlos llegar en oleadas hasta la frontera con Estados Unidos y crear una nueva crisis migratoria de la que nadie quiere hacerse cargo”. El caos en la frontera sur da argumentos sólidos a los republicanos para minar a Biden.
Pero también hay otra fuente de agravios para la gente que votó por el actual presidente. Se trata de ese nido de delincuentes llamado Patrulla Fronteriza. Las imágenes de sus agentes, a caballo, correteando y dando latigazos a migrantes haitianos como en la época de la esclavitud, calaron hondo entre grupos que apoyan al presidente. ¿Por qué Biden no clausura la Patrulla Fronteriza? Trafican con personas, con drogas, matan, violan. De sus 20 mil sindicalizados, 9 mil 500 estaban en una asociación secreta en Facebook donde daban rienda suelta su xenofobia. ¿No es verdad? https://www.washingtonpost.com/outlook/2021/09/30/border-patrol-agency-problems/
La crisis migratoria gangrena a Biden, por el lado que se le vea. Y el sindicato de la Patrulla Fronteriza está con Trump.
4.- El presidente, y no el secretario de Estado, pagó la factura de Afganistán. Biden pudo haberse cubierto de gloria con la retirada de tropas, pero Antony Blinken la operó pésimamente mal. Salirse de esa guerra era un anhelo de la mayoría de los estadounidenses. Lo prometieron Obama y Trump, sin cumplirlo. Y ahora se hizo tan mal, que en lugar de abonar en favor de Biden, minaron su liderazgo.
Tormenta perfecta sobre el presidente de Estados Unidos.
Pero, cuidado: Biden es un presidente en dificultades, pero no es un presidente débil.
Equivocarse y tratar de tomarle el pelo, puede salir caro.
Para decirlo con la mexicana expresión que me soltó hace años el apreciado dueño de un periódico que dirigí (La Razón): “No te confíes: más peligroso que un presidente cabrón, es un presidente encabronado”.