Boric y Kast, los dos polos opuestos de Chile que competirán por la Presidencia

La Moneda estará reñida entre el candidato de la izquierda dura, un líder estudiantil admirador de Pablo Iglesias, y el de la derecha extrema, un férreo defensor de los años de Pinochet

Un Chile polarizado ha dejado su marca en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este pasado domingo. Así, ha optado por los candidatos de los extremos, quienes pasarán a segunda vuelta, la cual tendrá lugar el 19 de diciembre.

GABRIEL BORIC, EL LÍDER ESTUDIANTIL ADMIRADOR DE PABLO IGLESIAS

Nadie podrá decirle a Gabriel Boric Font que pierde el tiempo: a sus 35 años es el candidato presidencial más joven de la historia de Chile. Y todo le llega una década después de haber sido uno de los líderes en las manifestaciones estudiantiles que sacudieron al país y dos años después del estallido social de octubre de 2019, en el que también tuvo un rol importante.

Hijo de un croata y de una catalana, Boric tiene buena relación con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, y es un admirador del ex presidente uruguayo José Mujica. Pese a sus indiscutibles credenciales de izquierdas, parte de aquellos que lo acompañaron en el inicio de su carrera política lo abandonaron. Lo consideran un traidor, creen que se ha flexibilizado demasiado.

Pero Boric, que padece un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), necesita flexibilizarse, porque de lo contrario no ganará la elección. Un ejemplo es la frase con la que celebró su triunfo en las internas de julio sobre Daniel Jadue, candidato del Partido Comunista.

“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, dijo. Lo firmaría cualquier votante de la lista Apruebo Dignidad, pero que quizás le haga ruido a los votantes democristianos y socialdemócratas que debe seducir. Al fin y al cabo, la democracia chilena fue una casi plena continuidad de la política económica del dictador Augusto Pinochet. Y a no pocos de esos votantes les fue bien.

“Estamos orgullosos de que esta generación se levanta para decirles a todos que Chile puede ser distinto, que puede ser justo”, dijo en la noche del domingo, dejando de lado la palabra “tumba” y cambiándola por “justo”.

“No caigamos en ningún desprecio o provocación por quienes optaron por alternativas distintas. Nuestro deber es escuchar, entender cuáles son sus temores y sus sueños. Para poder ganar tenemos que ser humildes y receptivos, no altaneros ni arrogantes”, dijo el candidato que encabezaría el gobierno más izquierdista en la historia de Chile desde el de Salvador Allende en los años 70.

JOSÉ ANTONIO KAST, FÉRREO DEFENSOR DE LA ERA PINOCHET

Hijo de un ex oficial alemán en la Segunda Guerra Mundial, José Antonio Kast tiene nueve hermanos y nueve hijos. Devoto católico, uno de sus hermanos fue ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet, un hombre al que aún hoy no duda en elogiar.

La etiqueta automática sería la de “ultraderechista”, pero Kast, de 55 años, se niega a que se la pongan. “Dicen que soy extremo, ¿pero extremo en qué?”, le dijo días atrás a un corresponsal extranjero. “No me traten de ultraderecha, porque no lo soy”, añadió. “Espero que me califiquen como un candidato del sentido común”.

Probablemente lo más adecuado sea definir a José Antonio Kast, un hombre de tono afable y trato educado, como un derechista conservador sin complejos, alguien que viene a llevarse buena parte de los votos de la Unión Democrática Independiente (UDI), el partido heredero del pinochetismo en el que militó hasta 2016.

En 2017, Kast había obtenido el ocho por ciento de los votos y quedó cuarto. El candidato del Partido Republicano está convencido de que esta vez llegará a La Moneda, y comenzó a despegar desde la misma noche de la elección un intenso y cuidadoso operativo de seducción.

Lo necesita, porque en el recuerdo de muchos de los que no lo votaron están frases suyas en las que asegura que Pinochet lo votaría si hoy viviera, además de proponer cavar un foso para evitar la inmigración ilegal.

Si gana, su gobierno no será sencillo: la Convención Constituyente, dominada por la izquierda, lo tiene en la mira. Y tiene poder para complicar su mandato.