Otros cuatro años de prisión para la ex líder de Birmania por tener walkie-talkies sin licencia

En diciembre también fue condenada por “incitación e incumplimiento” de las restricciones del coronavirus

Un mes entre condena y condena. De nuevo, la sentencia cae en lunes. Mismos patrones hasta en el número de años de prisión. Pero el calvario judicial de Aung San Suu Kyi aún no ha hecho más que comenzar.

Un tribunal de Birmania, controlado por los militares que dieron un golpe de Estado hace casi un año, ha condenado este lunes a la ex líder del país a cuatro años de prisión. La misma sentencia le cayó en diciembre por “incitación e incumplimiento” de las restricciones del coronavirus. Aunque la pena se redujo posteriormente a dos años y el jefe militar golpista, Min Aung Hlaing, dijo que podría cumplir la sentencia bajo arresto domiciliario.

Ahora, Suu Kyi (76 años) ha sido declarada culpable por poseer walkie-talkies sin licencia. Ese era otro de la docena de cargos que la líder derrocada tiene en su contra y por el que la pueden caer sentencias máximas combinadas de hasta 102 años de prisión. Pendiente tiene más juicios por corrupción, sedición, violar una ley sobre secretos de estado o aceptar supuestamente 600.000 dólares en sobornos.

Según reportaron algunos medios del país, el régimen militar habría impuesto una orden de silencio a los cinco abogados del equipo legal de Suu Kyi. Los periodistas tampoco han tenido permiso para acceder al tribunal a puerta cerrada donde se han soltado los veredictos.

Desde que el gobierno birmano elegido democráticamente en las urnas fuera derrocado por los militares el pasado 1 de febrero, Suu Kyi, que hasta entonces era la consejera de Estado y líder de facto, ha estado bajo arresto domiciliario, en total aislamiento.

“Estas sentencias son otro ejemplo más de cómo la junta simplemente está inventando cosas sobre la marcha para justificar su propia existencia”, dice Manny Maung, investigador de Birmania para Human Rights Watch. “Está claro que han fallado en su toma del poder, ciertamente no tienen el control y han arrojado a Birmania a una crisis provocada por el hombre por su propia cuenta”, sentencia Maung.

Casi un año lleva en la sombra la mujer que pasó décadas luchando por la democracia en su país, enfrentándose a los anteriores gobiernos militares, que ya la encerraron 15 años bajo arresto domiciliario. Su partido, la Liga Nacional para la Democracia, que ella misma fundó en 1988, obtuvo una contundente victoria en las elecciones de finales de 2020, pero el ejército se negó a aceptar el resultado y, dos meses después, dio un golpe militar haciéndose con el poder.

Desde entonces, un régimen de terror y sangre impera en el país asiático. La pasada Nochebuena, los soldados asesinaron a 35 personas, incluidos dos trabajadores de Save the Children. Han surgido grupos de resistencia, pero cualquiera que se considere contrario al gobierno corre el riesgo de ser arrestado, condenado a trabajos forzados o asesinado. Más de 1.300 personas han muerto a manos de las fuerzas de seguridad y más de 11.400 han sido arrestadas, según cifras de la Asociación de Asistencia para Presos Políticos de Birmania (AAPPB).

Suu Kyi, hija del héroe de la independencia de Birmania, el general Aung San, se convirtió en un incono mundial de la democracia y ganó un Premio Nobel de la Paz en 1991. Años después, logró devolver a su país a un sistema muy parecido al de una democracia con ella como líder de facto. Pero la luz de una figura vista como un faro para los derechos humanos, se apagó cuando toleró la represión contra la minoría rohingya por parte de los mismos militares que la habían arrestado en el pasado y que acabaron encerrándola de nuevo tras el último golpe de Estado.