Los errores de cálculo disparan guerras: ¿Ucrania?

No está claro aún cuál es el escenario que observaremos en el conflicto de Ucrania en las siguientes semanas o incluso meses, pero me parece que sería un grave error minimizar el riesgo.

Si uno observa lo que pasa en los mercados bursátiles del mundo, no parecieran existir indicadores que anticipen que pudiéramos estar en la víspera de una situación conflictiva como no la habíamos visto desde la crisis de los misiles en Cuba, allá en principios de los 60.

Aunque los índices bursátiles se han ido a la baja, lo han hecho con moderación. No parecen anticipar la posibilidad de un conflicto de proporciones mayores en Ucrania.

Incluso, no se prevé aún que pudiéramos ver sanciones económicas contra Rusia que implicaran un trastorno mayor en el desempeño de la economía mundial.

La creencia de los inversionistas es que al final de cuentas imperará la racionalidad.

Así como occidente puede sufrir tremendamente los problemas de una escasez de gas ruso en Europa, también Rusia podría padecer el problema de una crisis económica de grandes proporciones, que incluso podría desestabilizar al gobierno de Putin.

Por esa razón, los grandes capitales que operan los principales fondos internacionales, si bien observan con cautela, no están tomando decisiones que anticipen el efecto de un conflicto mayor.

Tal vez tengan razón y a la vuelta de algunas semanas regresemos a una situación de relativa estabilidad, pese a la persistencia de una situación tensa en la zona en conflicto, pero ya sin la amenaza de un estallido de proporciones mayores.

El problema con esta visión de los mercados financieros es el mismo de siempre.

Los inversionistas consideran que las decisiones políticas se toman con base en la racionalidad. Suponen que hay una evaluación objetiva de costos y beneficios de las acciones que se van a emprender y tras ella, se toman las decisiones.

La historia nos muestra, sin embargo, que múltiples conflictos han derivado de decisiones irracionales en las cuales predominan el orgullo, la soberbia, el enojo, o bien la creencia de que el oponente no va a hacer lo que finalmente hizo.

Los errores de cálculo y de previsión, en buena medida, son los que han detonado numerosos conflictos.

Por esa razón es que en las circunstancias actuales, aunque se perciba que una contienda de proporciones mayores no conviene ni a Rusia ni a occidente, ese hecho no es motivo suficiente para descartar la posibilidad de una conflagración.

Al final de todo, hay creencias y percepciones. Y no me cabe la menor duda que las decisiones que está tomando Vladimir Putin en este momento derivan de considerar que el liderazgo norteamericano está en un nivel de debilidad como no se había visto en mucho tiempo.

De acuerdo al promedio de las encuestas que elabora RealClearPolitics, las intenciones de voto para la Cámara de Representantes favorecen a los republicanos ya por más de 3 puntos, lo que anticipa que vuelvan al control de esa cámara y quizás también de la de senadores.

Se percibe que, a pesar de la recuperación económica en EU, el gobierno de Biden es un régimen débil y por lo tanto susceptible de ponerlo contra las cuerdas a través de acciones agresivas y decididas, para las cuales Putin se considera un experto.

El problema es que a veces los gobiernos que parecen más débiles son los que reaccionan de manera más agresiva.

No está claro aún cuál es el escenario que observaremos en el conflicto de Ucrania en las siguientes semanas o incluso meses, pero me parece que sería un grave error minimizar el riesgo que representa y que puede tener implicaciones que modifiquen todas nuestras perspectivas respecto a la situación económica de los siguientes años, o incluso la evolución del panorama político en el país.

Como se ha dicho, podemos estar ante el comienzo de una “nueva guerra fría”.

Así que, no nos queda otra que seguir observando con detalle lo que pasa en esta zona del mundo, aunque nos parezca muy distante.